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Henry Hunnam.

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Mensaje por Henry Hunnam Dom Ago 30, 2009 7:43 pm

Henry Hunnam.


Nombre:
Henry.

Apellido:
Hunnam.

Especie:

Humano.

Edad:
Treinta y ocho años.

Fecha de nacimiento:

Catorce de Enero del dos mil setenta y uno.

Lugar de nacimiento:

Inglaterra.

Lugar de residencia:
Port Angeles.

Descripción física:

Spoiler:

Descripción psíquica:


Antes: Siempre positivo, nada lo detenía en ningún momento, creyente de que siempre existe una solución. Amante de la buena vida, en cuanto a lo simple, ya que nunca le interesaron los grandes lujos aunque estuviera acostumbrado al éxito. Romántico al extremo, sabía cómo manejar sus encantos. Profesional al tratar a las mujeres, buen agasajador, excelente anfitrión, creado para la casa, con conocimientos culinarios y caseros; el típico hombre al cual se lo confunde con su sexo opuesto si se habla de la dedicación de la familia y sus bienes. Alegre y expresivo, dedicado y comprensivo. Muy intuitivo y ganador de confianza. Un gran oído para soportar horas y horas de catarsis, un gran hombro como apoyo, y grandes brazos como consuelo. Para nada posesivo. Terco, necio, testarudo, rebelde y contra todos los límites siempre en busca de nuevas metas y horizontes, esos que nunca habían sido alcanzados. De un gran ego pero sin dejar de halagar y apreciar habilidades y virtudes ajenas. Hiperactivo, pretende que nadie se detenga cuando se está con él, pues eso sería un gran impedimento y problema. Detesta el pesimismo y la depresión, si tú no esperas salir de tu pozo por nada del mundo, entonces no recibirás su ayuda, debes dedicarte y preocuparte por ti mismo y demostrar interés en ello si buscas una mano. Eterno enamorado del amor.

Después: Negativo y en constante depresión, continúa con su vida por Elle, por lo cual se demuestra voluntarioso para salir adelante pero sólo es una máscara para su hija, los demás y muchas veces hasta para él mismo. Pocas cosas lo conmueven o le interesan. Frío con las personas, detesta dejar al descubierto sus problemas y sus puntos débiles, por lo tanto intenta mostrarse como el viejo Henry aunque no tiene mucho éxito en ello. Si ve un atisbo de ayuda en alguien intentará abrirse pero procurando no angustiar a su “víctima”. Ya no le interesa conquistar personas en general, no quiere tener relación social alguna. Mantiene su casa en orden pero ya no le presta la debida dedicación. No tiene fe en sí mismo así que le da la espalda a los problemas ajenos. Cree que se volvió un poco celoso y por ello no quiere tener amigos pues teme impedirles respirar en el ambiente. Continúa viendo todos los aspectos positivos de los demás, e incluso los magnifica al límite. Todo esto no significa que no tenga esperanzas de mejora, espera que todo vaya en marcha en algún momento después de lo sucedido, sin embargo no quiere una nueva relación amorosa, no le interesa pues se sentiría desleal hacia Clara. Su única preocupación es ahora Elle quien es la que obtiene su máxima dedicación.

Ocupación:

Publicista.

Familia:


•Padre:
Michael Hunnam.
Profesor de Historia. Fue un hombre comprensivo del cual Henry aprendió mucho. Toda su paciencia y pasión la ha heredado de él. Siempre lo recuerda para seguir adelante, porque sabe que nunca se hubiera rendido.
Murió en un accidente aéreo.

•Madre:

Heather Ross.
Psicoterapeuta. Amante de la vida, siempre alegre y sonriente. Henry se llevó de su madre esa maravillosa sonrisa, y escuchó todos sus consejos para tratar a una mujer. Atenta y de alma fuerte, siempre dedicada a su marido e hijo, dejando su trabajo un escalón por debajo de su verdadera pasión: el amor.
Murió junto a su marido en el accidente aéreo.

•Esposa:
Clara Thorne.
Maestra de kinder. Simpática, llena de vida, optimista, un poco demente y naturalmente llamativa. Simple y con pocas metas en la vida, casarse, tener hijos, formar una familia. Realizarse en sí. Generosa y de una infinita bondad. Con una sonrisa eterna en su rostro y su mirada que reflejaba el brillo de cinco mil estrellas juntas.
Murió a sus treinta y cinco años debido a un tumor cerebral.

•Hija:
Elle Hunnam.
La princesa de la casa. La consentida de Henry. No sólo por ser su hija adoptiva, su hija que tanto deseó, sino también por su encanto.
Es la razón por la cual él sigue adelante, se prometió a sí mismo salir de ese pozo depresivo por ella para darle lo mejor y hacerla feliz.
Él es comprensivo con su hija y le da todos los gustos, por más simples que sean, como media hora más despiertos antes de ir a dormir por mirar las estrellas o un desayuno en la cama mirando su película favorita.

Historia personal:
Cuando Michael y Heather contaban con veintitrés años se encontraron bajo la glorieta llena de aromos amarillos, y muchos sueños que representar en la obra de la vida. Una vida llena de alegría, sonrisas, con peleas que nunca iban más allá de la gran cuestión por el millón de dólares: ¿dónde colocar el árbol de jazmines? Y es que, esa anécdota sería el padrenuestro del primer y único hijo que tendrían cinco años después. Un hijo radiante y regordete que nacería luego de siete meses de embarazo, razón por la cual la terapeuta, con más de quince diplomas colgados de la pared, tendría varios ataques de nervios. Gracias a Dios, éstos sólo duraron las dos semanas que el pequeño bebé vivió en la clínica, encerrado en una pequeña cajita de acrílico transparente, lleno de cablecillos y miradas atentas. Más allá de eso, Henry contaría con tres únicos años con fiebre, y normales resfríos que apenas superaban los tres días.
La nueva familia era un caso especial. No entendían si era por la eterna paciencia del hombre de casa, o por los conocimientos de la madre con respecto al trato de un ser humano con una mente que comprender, pero todo fue demasiado fácil. Henry nunca obtuvo regaños por no heredar la memoria de su padre y sacarse menos de cinco en Historia Mundial o venir con las rodillas raspadas. Eran los tres, comprensivos y sabían vivir en armonía. Todos creían que el joven sería un malcriado, desconocedor de límites. Pero no. Milagrosamente Heather y Michael lograron de su hijo un muchacho encantador que traía cinco novias por año, una mejor que la otra. Sus calificaciones en la universidad difícilmente eran bajas, por no decir imposible. Y él sí sabía dónde quedaba mejor el árbol de jazmines. La creatividad era su mayor tesoro, ¡no hizo falta un test vocacional! Ya se sabía qué era bueno para el muchacho una vez que saliera al mundo.
La vida de Henry ya de por sí genial, iba en ascenso. Sabía cómo tratar a las jovencillas que siempre quedaban a sus pies, y por más raro que esto pareciera, él nunca las desmereció por tenerlas a todas detrás, todo lo contrario, las halagaba y les daba su recompensa que era mucho más que una noche, con Henry podrías tener toda una vida.
¿Su gran habilidad? Malabarista. Sí, eso mismo. Podía levantarse temprano para prepararte el desayuno luego de una fogosa noche sin respiros, leerte Romeo y Julieta sentado en el suelo mientras tú te bañabas, y al salir del vestidor encontrarte con tu maleta y abrigo listos para que fueras al trabajo. Saldrías a la calle y verías un auto conducido por el chofer de tu vida, quien amablemente te dejaría en la puerta de tu edificio. Al llegar nuevamente al departamento se encargaría de sí mismo y guardaría unos exactos tres minutos para reservar un lugar en el restaurante más frecuentado de toda la ciudad. Iría a su oficina para presentar brillantes proyectos que todos envidiarían por no habérseles ocurrido. Y así por la tardecita casi de noche, antes de la cena, se encargará de hacerte masajes en la bañera, porque tú sabes que te lo mereces… porque tu día fue muy ajetreado y las reinas deben descansar en su trono de espuma y sales de baño, entre poemas –no inventados por él– que trepan el aire como una capa de terciopelo trepa tu piel de dama real. Llegarían relajados a ese lugar tan encantador donde un Buda les daría la bienvenida, cenarían comida vegetariana y reirían toda la noche. Él tomaría tu mano sobre la mesa, y tú no podrías retirarla de entre las suyas, no por su mirada penetrante sino porque… ¡te sientes tan bien así! Al ver su sonrisa, asegurarías que tus sueños serán protagonizados por ella y olvidarás lo que sucede a tu alrededor, verás estrellas flotantes entre los dos y sonreirás como Jane Bennet en Orgullo y prejuicio una vez que te propusiera matrimonio. Y tú, dirías mil veces que sí, sólo por ver esa alegría en sus ojos, que no hacían más que reflejar los tuyos. Y si creías que todo acabaría aquí, pues no. Porque yo sé y puedo asegurarte que volverías entre sus brazos al lecho real y ésa sería la mejor noche de sus vidas. Y al día siguiente encontrarías en la bandejita del desayuno que él mismo llevó hacia la cama, un número telefónico de la wedding planner. Lo demás del libreto sería “sí” “sí” y finalmente “sí”. “Sí” a ese vestido diseñado por Dolce & Gabbana, “Sí” a ese salón en el medio de la campiña inglesa, “Sí” a esos anillos de aproximadamente cinco kilogramos debido a unos gigantescos diamantes, “Sí” a ese pastel y “Sí” a ese ex novio al cual le prometiste ser el padrino de tu boda. Si bien este príncipe encantador no le presta mucha atención al lujo y el brillo, no podría privarte de esa carroza de la cual eres merecedora. ¿Y qué tiene si entras del brazo de aquél muchacho que seguramente te haya enseñado todas esas tácticas de seducción previas a hacer el amor? Tú lo quieres, y tu sonrisa será plena si lo ves a tu lado, feliz porque te casas, así que no se diga más, chasquea los dedos y allí lo tendrás. ¿Qué viene después? Te lo podrás imaginar, una casa donde retoños podrían criar, otra pequeña en el mar. A los dos años te verías con una niña en tus brazos y un padre ejemplar. ¿Lo ves ya? Pues… Henry también, lo ha visto muchas veces pero sólo dormido, pues su sueño no se cumplió muy al pie de la letra.
Imagínate a un príncipe azul en un lujoso piso en New York. Con miles de proyectos en los cuales reparar. Imagínate que tiene un consejero real que se encarga de sus negocios y que por esa misma razón, los papeles se invertirán…
Esa mañana Henry la comenzó con una gran sonrisa, sabía que ese día conseguiría un gran negocio de la mano de Jack, su mejor amigo. Éste se encargaría de ambientar el momento para que al llegar, todo fuera perfecto. Una cena en un lugar carísimo, risas por aquí, risas por allá y ¡bingo! Un cheque y contrato obtendrás. Pero las cosas no siempre ocurren como uno lo espera, pues Anne, la esposa de su mejor amigo, había despertado con un terrible resfrío. Ella se encargaba de cuidar a los niños pero estaba totalmente incapacitada, llamó a su marido pero éste se encontraba en el restaurante, atento a cada detalle, ¿y quién más podría ir a buscar a la pequeña Molly al kinder, teniendo un padrino tan ejemplar? Sí. A veces nuestro querido Henry, hacía las veces de niñera, y no había nada más bello y entretenido para él… siempre y cuando no tuvieras que atender otros asuntos un tanto importantes. Luego de rodeos, y tres llamados consecutivos, éste accedió a ir a buscar a su ahijada. Primero, porque Anne no pararía, llamaría incluso en medio de la reunión y sería para peor; segundo porque no cabía excusa si el edificio infantil se encontraba a tres cuadras de tu casa y tercero, nadie podría sobrevivir a un ataque de una madre martirizada. Pues no quedó otra que accidentarse con un total de cinco personas en el camino, de tropezar y lograr una posible fractura del dedo meñique del pie izquierdo y ser pisoteado por quince felices niños que corrían en la búsqueda de sus padres.
Fue así como esa mañana Henry conoció a Clara.
La joven maestra, de cabello castaño claro y encantadores ojos color miel, le leía un cuento a Molly, esperando que algún responsable se hiciera cargo de ella de alguna vez. No es que a Clara le molestara pasar un rato con su alumna predilecta, pero es que ese día también era ajetreado para la mujer.
Quien hubiera visto esa primer mirada, moriría de amor, ¡había sido tan romántica! Pero los únicos sentimientos que la motivaron fueron de alivio. Porque los dos esperaban deshacerse del pequeño problemita, ajeno. Y no sería nada fácil.
¿Cómo que no puedo retirarla? Debe haber un error, soy el padrino. No, sí. Es verdad, no he firmado el permiso para hacerlo pero…
Por más apuro que Clara tuviera por irse, no podía permitir que la niña se fuera con un desconocido, aunque Molly ya se había prendido de los pantalones de su padrino. Todo lo siguiente fue una discusión sin límites. Henry detestaba a aquella maestra, no tenía consideración alguna de la vida de los demás, no pensaba en el tiempo de los otros, y tampoco tenía sentido común… ¡Era su ahijada y la niña lo conocía!
Por otra parte, la joven entendía todo a la perfección pero no podía hacer nada: reglas de la institución. También estaba irritada ya que el hombre no se detuvo para dejarle hablar por teléfono con Anne y explicarle la situación. Así que todo duró más de lo debido.
Y los dos perdieron la oportunidad de sus respectivas vidas.

***


Última edición por Henry Hunnam el Dom Ago 30, 2009 8:00 pm, editado 1 vez

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Mensaje por Henry Hunnam Dom Ago 30, 2009 7:44 pm

Dos semanas después Henry tuvo que volver al kinder a buscar a su ahijada. Por suerte ese día el tiempo sobraba.
Al cruzar mirada con Clara sólo hubo rencor, pero el hombre decidió sonreírle para no empeorar la situación. No obtuvo respuesta positiva. Y la discusión comenzó nuevamente… Porque él quería arreglar las cosas, y ella no le daba oportunidad, porque él fue comprensivo y ella sólo guardaba rencor, porque él había perdido una gran oportunidad por su culpa y ella… Ella simplemente desapareció apenada del lugar. Y eso era algo que no podía permitir, ¿tan encantador príncipe podía dejar que una joven se enojara con él? Quizás era un mal día y él sólo la había juzgado mal. Así que decidido fue a buscarla para pedirle disculpas.
Por suerte, se dieron el lujo de conocerse mejor. Les costó, puesto que ella era encantadora también pero poco accesible, pues las apariencias engañan y él daba todo el perfil de un hombre de negocios al cual no le interesaba más que el dinero. Idas y venidas protagonizaron unos siete meses de amistad. Se fueron conociendo y eliminando suposiciones sobre el otro. Se sacaban dudas de la vida totalmente distinta que llevaban. Compararon caminos… y llegaron casi sin darse cuenta a uno solo. Para cuando dieron el primer paso, ya estaban tomados de la mano.
Pero no todo fue como Henry deseó toda su vida. Las tostadas eran sin dudas materia aprobada con honores de Clara, le salían más crocantes, además, a ella le gustaba ver el amanecer así que se levantaba antes. No le gustaba bañarse a la mañana, tal como a Henry, que tampoco le gustó. Pero si le gustaban los masajes en los pies, así que entre risas debido a las cosquillas, Clara leía, con la diferencia de que eran libros infantiles escritos por ella misma. Y nunca le gustaron los autos, ni por comodidad, por lo cual siempre viajaba en bicicleta mientras que él corría intentando alcanzarla. Y al llegar coincidían bajo la ducha o en la bañera, afortunadamente, en algo tenían que coincidir. Cenaban en el balconcito de la pequeña casita que la muchacha había heredado, pues no le gustaba como la gente adinerada juzgaba sus “modelos harapientos pero de última temporada”.
La propuesta de matrimonio fue sorprendente, sobretodo para Henry, pues su novia se había adelantado. Y nada de wedding planner. No hacía falta, pues su mejor amiga era especialista en fiestas: se había encargado de esos cumpleaños en un minúsculo balcón de departamento, donde veinticinco personas comían golosinas y tomaban chocolate caliente en verano… Te lo digo, Henry, ella nació para esto.
La pequeña boda fue entonces en la playa, al atardecer, alrededor de una fogata. No hubo vestidos costosos. Con bermudas y camisas floreadas bastaba.
Volvieron a New York, pero a la casa de la joven, quien pudo adaptarse de alguna manera a la forma de vivir de su marido, que no se interesaba por el lujo pero de por sí lo necesitaba consigo.
Y quisieron un hijo.
Fue así como Henry se enteró de la oportunidad que había perdido Clara aquél día en el que se conocieron. Ella sabía que no podía tener hijos, pues lo había intentado con su mejor amigo quien era homosexual. Los dos soñaban con un bebé, pero ella no podía esperar a encontrar a un hombre que posiblemente no llegaría nunca, mientras que su amigo jamás lo lograría sin su ayuda. Pero igual, no podrían hacerlo. Pues entonces el optimismo le hizo buscar una nueva salida: la adopción.
Ese día que dio comienzo a esta relación, era el último para llevarse a un bebé que necesitara una madre. Y lo perdió.
Henry se sintió culpable al enterarse de los hechos, así que se puso en contacto con gente influyente para encontrar a ese deseado niño.
Y así llegó Elle.
Los dos cayeron rendidos a los pies de una pequeña niña que ese mismo día había entrado en el centro de adopción. Era hermosa, perfecta, era un sueño. El sueño.
No se necesitaron palabras, ni miradas para decidirlo. Elle ya estaba en los brazos de Clara y como si de un par de zapatos se hablara, le quedaba perfecto.
Volvieron ese día con la nueva integrante de la familia. Y todo comenzó de nuevo. Una nueva vida, con un nuevo ser.
Clara se encargó de darle a la pequeña, un renovado sentido de la vida. Simple y tranquilo, sin necesidad de esas cosas que rodeaban a su padre en el ambiente laboral. Henry, por su lado, se mostró comprensivo todo el tiempo y dedicado totalmente a su familia.
No le dijeron sobre la realidad de su ascendencia, ya que decidieron hablarlo cuando ella pudiera entenderlo. Lo cual se hizo más rápido de lo esperado. Sin razón aparente, la niña fue creciendo a una velocidad diferente a la de otros niños. Su mente también se agilizaba rápidamente pero no tanto como su físico. Clara lo justificaba con definiciones médicas que ella estaba acostumbrada a ver en su ambiente de trabajo, decía que conocía a niños así y que no había de qué preocuparse, no conocía casos catastróficos relacionados con tales características. Henry no entendía muy bien el caso y le costaba tranquilizarse pero confiaba en su esposa.
Como vemos hasta aquí, la historia podría asemejarse al sueño de nuestro protagonista, con un par de cambios, unos importantes detalles quizás. Pero el detalle más grande fue el menos esperado.
Las migrañas se volvieron enemigas de Clara, casi no le permitían vivir y parecían ser las responsables de que su mente y cuerpo no funcionaran como era normal. Y es aquí cuando el optimismo a veces no es tan oportuno, pues por él, la joven siguió su vida como sin darle debida importancia a ello.
Henry notaba estos cambios pero solía olvidarlos con la brillante sonrisa de su esposa. Hasta que la sonrisa se fue apagando poco a poco.
Ya era tarde para comenzar con algún tratamiento, pues un tumor cerebral ya había conquistado a su víctima. Él no quiso rendirse, así que aportó una fortuna en su esposa, y obligó a los mejores médicos de Estados Unidos a que no se dieran por vencidos. Pero cuando ya no nos exigen más latidos, no hay nada que hacer.
Todo el mundo se detuvo por un momento, junto con los aparatos que mantenían con vida a Clara. Todo se heló al instante y no quedó más nada en lo que reparar. Todo se había acabado. ¿De qué servía seguir para intentar despertar la otra mitad de tu corazón, la otra mitad que ya no volvería a despertar? ¿De qué servía continuar con un corazón que pedía a gritos piedad, que quería escapar de ese plano e ir a otro en busca de su igual? Si él se ahogaba con tanto aire sin compartir con su amor. Si él se enceguecía a cada segundo que no veía la luz que destellaban sus ojos.
Pero una manito que se entrelazaba con la suya lo volvió a la realidad. Le ardió todo el cuerpo al sentir el calor que emanaba su piel. Bajó su mirada y unos ojitos –con una expresión exactamente igual a la de su esposa– se posaban esperanzados sobre los suyos. Estaban marcados por una pregunta y una respuesta. ¿Para qué seguir? Se preguntó a sí mismo por dentro. Elle. Contestó en voz alta, dibujando una sonrisa.
Pero Clara no estaba más, y no volvería. Eso lo tiraba más hacia abajo. Hacia el subsuelo oscuro de su corazón. Eso hacía que Henry se viera desesperado por un analista, desesperado por llegar a tiempo a tomar su tercera pastilla del día, desesperado por escapar de la multitud y quedar en el olvido, desesperado por no ser el pobre hombre que quedó viudo, con una hija que cuidar, solo.
Y escapó. Escapó hacia un pueblo no muy conocido, llamado Port Angeles. Allí podría empezar de nuevo. Podría conseguir nuevos proyectos, alejados de unas miradas compasivas, de lástima, sin mucha fe en él. Porque estaba solo. Pero sabía que podría salir de todo eso, de esa pesadilla. Sólo necesitaba alejarse un tiempo, sin nadie que supiera su pasado, sin nadie que preguntara sobre su existencia, sobre su pasado, sobre sus deseos o sus expectativas. Sin llamados cada tres horas para ver si seguía vivo. Sin ayuda ofrecida para cuidar de su hija.
Necesitaba vivir. Y para vivir necesitas una vida. Y la vida tenía que comenzar nuevamente.

Datos extras:

* Es budista.
* Toca el saxofón.
* Es amante de la cultura asiática.
* Detesta el tabaco y el alcohol.
* Actualmente toma cinco pastillas por día por su ansiedad y depresión.
* Tiene dos tatuajes que son dos retratos, uno de Clara y otro de Elle.
* Detesta las motocicletas, incluso los automóviles no son su pasión pero los usa por comodidad.
* No puede continuar su día si no lleva su alianza.
* Es fan de Pink Floyd.
* Antes de que Clara enfermase jugaba al rugby con amigos ingleses que residían en New York.
* Todavía no ha borrado de su móvil el número telefónico de su esposa.
* Solía correr todas las mañanas mientras Clara andaba en bicicleta a su lado, pero ya perdió ese hábito.
* Le molesta que lo llamen por teléfono.
* Le encantan los baños de inmersión y suele hacerlos cuando Elle duerme.
* Es ambidiestro.
* No se despega de su reloj pulsera y odia la impuntualidad.
* Le gustan las mujeres femeninas que inconscientemente se arreglan, aún así ama que sean simples y no tengan grandes ambiciones.
* Cree en la amistad entre el hombre y la mujer.
* Le encantan los idiomas, sabe portugués y español.
* Le tiene alergia al melón.

Henry Hunnam

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Henry Hunnam. Empty Re: Henry Hunnam.

Mensaje por Henry Hunnam Miér Sep 09, 2009 7:05 pm

ETAPA II


¿Cómo resistirme a su esperanzadora mirada? | Quince de Agosto; 16.33 p.m. | Reservado ~ Elle Hunnam - Henry Hunnam.

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