Buscandola/12 de agosto, 4:15 PM/Reservado

Nota: Tengo autorizacion para hacer este thread.

Todo había comenzado hacía varias semanas en el castillo. Estaba ordenando mis libros cuando, dentro de uno de ellos, se encontraba la foto de una chica. Tenía una cara realmente familiar, como si la conociera. Pero buscaba en mis recuerdos y no la encontraba. No le dí importancia. Pero su rostro se me venía a la mente muy seguido, pero intenaba recordarla pero no podía. Pareciera como si no la conocía. Un día me harte de que su cara apareciera en mi mente que decidí usar mis poderes de control mental para controlarme a mi mismo y obligarme a recordarla si es que la conocía. Funciono, la recorde. Era Kazia Maciejewski, es vulturi. Recordaba poco a poco como me había mordido, como me había encariñado con ella, como me había dolido cuando se marcho sin previo aviso y de como había usado mis poderes para olvidarla. Pero esa vez no pensaba olvidarla. Tomé mis cosas, mi serpiente y la deje una carta a Heidi. Ella lo entendería. O eso esperaba. Ademas mi proposito era hacerla volver, Aro estará feliz.
Mi olfato me guio hasta aquí, Seattle, Estados Unidos. Estaba de frente de lo que, según me indicaba el olfato, era su casa.
Aqui vamos...- pense, y estiré mi mano y toqué tres veces.

Había sido un día agotador recorriendo joyerías de todo Seattle para conseguir un conjunto de perlas. Había comprado también un anillo de plata que no pude resistir colocármelo en el dedo anular de la mano derecha. Me recordaba al que Henryk había prometido que me regalaría.
Aparqué el coche en la entrada de mi casa al tiempo que distinguía un olor familiar y una figura en la puerta de mi casa. Pero... ¿qué diablos...?
-¿Dexter? -pregunté aún viéndolo de espaldas.
Su olor era particular, podría reconocerlo incluso rodeada de vampiros, podría reconocer el portador de cuya sangre debí abstenerme para que la ponzoña acabara con su corazón humano. Ni siquiera recordaba cómo era que me habían elegido a mí para semejante operación. Ni siquiera me había gustado la idea, eso lo sabía con seguridad, recordaba cuán deliciosa estaba su sangre cuando Felix me apartó con violencia porque lo mataría. Frenesí, éxtasis, sentía que esas viejas sensaciones atravesaban mi cuerpo en plan de recordartorio.
-¡No! ¡Suéltame Felix! -gruñí- ¡Quiero su sangre! ¡Lo quiero! ¡Lo quiero!
Ahora estaba ahí frente a mi puerta. Existían dos opciones de las cuales estaba sólo segura de la primera. O Aro lo había enviado a buscarme porque reconocían que mi estadía con ellos había surtido efecto y mi don era necesario, o la segunda, que él sabía de mis intenciones y le interesaban.
Pero cualquier cosa que fuera, él me había encontrado. Y no era bueno que me ningún vampiro que rondaba por Seattle nos viera. No sabía si existía algún loco que quisiera acabar con los Vulturi.
-Es peligroso aquí -le coloqué una mano en la espalda mientras miraba a ambos lados de la calle-. Vamos dentro -lo empujé al interior de la casa y allí me quité los anteojos negros dejándole ver mi reluciente mirada color sangre.

La sentía, debía estar acercandose. La esperaba por la puerta, pero me tomo por sopresa por detaras. Me apoyo su fría mano en mi hombro y me empujo para dentro de la casa tan fuerte que me tiró. Le sostuve la mirada mientras estaba en el piso. El par de ojos rojos me miraba fijo, al igual que yo, con expresión de sorpresa.
Me levanté mi me le acerque lentamente hatsa quedar cara a cara. Le acaricie el rostro y le corrí un mechon de pelo desacomodado. La segui mirando mientras pensaba cuidadosamente en que iba a hacer. La iba a convencer. O al menos tratar de. Yo quería que ella vuelva. Ademas iba a ser muy bien recompensado, sus poderes le podían ser muy utiles a la familia. Si se negaba también tenía un plan. Le pediría quedarme en su casa y durante esos días intentar convenserla. Y si no podía, traería como minimo cien personas vivas al castillo para evitar de que me maten.
Me acerque mas a ella. Nuestras narices estaban a unos centrimetros de tocarse, al igual que nuestros labios.
-Vuelve- le dije casi en un susurro.

¿Pero que pretendía? ¿Desde cuándo permitía que estuviera a esa distancia de mí? ¿Qué hacía pidiéndome, tal vez rogándome, que volviera? ¿Acaso creía que era la forma de tratar conmigo? ¡Iba a matar Aro! ¡¿Para qué diablos quería que volviera?!
Lo empujé lejos de mí midiendo mi fuerza para asegurarme de no dañar la infraestructura de la casa.
Barajé dos posibildades. Si aún le atraía, entonces sería muy fácil ponerlo de mi lado. ¿Usarlo? Sencillo. Aunque de sólo verlo sabía que sería incapaz de acostarme con él sólo para tenerlo de mi lado. No dejaría que ningún hombre se atreviese a colocarme una mano encima sólo por trabajo. Esta clase de cosas debe suceder cuando existe amor.
Y la otra opción era ser directa y usar mi don para torturarlo hasta que me dijera la razón verdadera por la cual estaba aquí. ¿Qué tramaban Aro, Cayo y Marco? Tal vez sabían mis intenciones y planeaban asesinarme. Pero no hubieran mandado al niño a hacer semajente cosa. Bueno, niño por los cincuenta años que tenía. Su corazón había parado de latir en la gloria de sus diecisiete, como yo. Pequeña diferencia. Seguía siendo más grande... por casi ocho meses.
-¿Qué quiere Aro? -le dirigí una mirada llena de furia.
La segunda opción era sin dudas la elegida. Nunca debía volver a pensar algo semejante como la primera. Nunca.

Reí en un tono burlón e hice que me sacudía polvo de mi campera.
-Te toco una dificil Dexter- me dije. Se la notaba enojada y violenta. No se que tendrá conmigo, siempre tuvimos buena relación en el castillo. Tal vez se haya enojada porque me acerque mucho a ella. Era invetable, su cuerpo me atraía mucho.
Su preguta no me llamó la atención, después de todo, yo desde que entre a la familia me gané el titulo de perro faldero de Aro.
Debía pensar bien en lo que le iba a decir. O hacer. Podría usar mis poderes para controlar su mente y hacer que vuelva. Pero seguro no funcionarían. Soy muy joven, mi poder solo lo había usado con humanos. Opción descartada. Pero, si ella quería jugar a la chica mala, le iba a seguir la corriente.
-¿Porque piensas que me mando Aro bonita?- le dije en tono seductor.

¿Quién le había enseñado a responder las perguntas con otra pregunta? ¡Me enfureció! ¡No se pasaría de listo conmigo! Éste era un trámite que debía llevar menos de diez minutos.
-¿Acaso alguna vez en tu vida como vampiro has hecho algo por ti mismo? Me haces reír Dexter -hice una mueca burlona-. No quieres que use mi don, ¿o sí? ¿Qué quieren los Vulturi? Ya no soy parte de ustedes.
Esperaba que le hubiera quedado claro el concepto de que no me creería que a él se le había ocurrido una fantástica idea y Aro la había aprobado y él venía en nombre de los Vulturi. ¡No me iba a engañar! Es más, si llegaba a hacerlo, los Vulturi tendrían que venir a buscar lo que quedara de él... si es que quedaba algo.
Me solté el cabello y pasé al living rozando mi brazo con el suyo, sin el próposito de hacerlo. Ignoré ese movimiento y me fui a recostar en el sillón blanco. Incluso me quité mis zapatos negros. Me gustaba aprovechar los beneficios de mi lujosa casa. ¡Pero más le valía abstenerse de sentarse cerca mío!

Volví a reir. Si algo debía hacer era hacerme notar relajado, para que se de cuenta de que tengo en control, y la única histerica aca era ella.
Debía admitir que me había dolido en poco lo que dije porque en parte era verdad. En mi vida de vampiro lo único que hice fue obedecer la ordenes de Aro y comer la comida recien cazada por Hedi. Mi proposito seguía siendo el mismo, pero ya no se inclinaba tanto en llevarla a la cama. Aunque eso no estaba nada mal. Debía llevarla para comlacer a Aro, para ganar su total confianza. Demostrarle que puedo hacer algo solo. Pero seguía en pie el beneficio mio, una chica a la cual complacer. Y que ella me complazca. Ella se solto el cabello y se sento en un gran sillon blanco, dejando a mi solo en el hall. Me le aproxime y le senté bien cerca de ella. Apolle mi mano derecha en su muslo, y le lance una mirada seductora.
-¿Qué quieren los vulturi?- repetí su pregunta-De ti, nada. Yo si.. Le acaricie el mentón.-¿Por qué no vuelves? Vas a tener mas diversión que sola aca- le susurre con una risa un tanto siniestra.

Me artó.
-¡¿Qué diablos haces?! -le grité al tiempo que con cada una de mis manos bloqueaba las suyas.
Lo observé unos instantes tratando de bucear en el fondo de su mente a ver si encontraba la respuesta a su actitud. Sus recuerdos del inconciente no ayudaron mucho, no encontraba ninguna clase de explicación. Se habría quedado traumado de mi belleza desde la primera vez que me vio... allá por el 2076, cuando era humano. Antes de que acabara con su repugnante vida y le diera la posibilidad de la grandeza. ¡Yo era en el fondo la culpable de todo esto! Aunque no era tampoco algo de lo que debía preocuparme. Había más vampiros por aquí y él no estaba al tanto. Sería fácil acabar con su vida.
-No necesito diversión. Y no pienso volver por más que te humilles ante mí, como ya lo estás haciendo.
Entonces Aro no me buscaba. Ningún Vulturi me quería de vuelta. Sólo él. Siempre lo encandilé con mi belleza, pero, ¿era eso suficiente para pedir mi regreso? No... y tampoco podía tener una idea fantástica que sólo lo beneficiase a él, ¿o sí? ¿O el niño se estaba revelando?
No le solté sus manos, al tenerlas entrezaladas al menos evitaba que pusiera sus garras encima de mí.

Así que pensaba que me estaba humillando a mi mismo. Se equivocaba, y yo se lo iba a hacer ver.
-vamos, todo el mundo necesita diversión- le dije tranquilo. -¿ Por qué decis esas cosas de mi?- dije- Yo no me siento humillado.- le asegure- Es mas, la estoy pasando de lo mas bien.- le dije y estire mis pies para apoyarlos en la mesa que se encontraba en frente. Se verdad me tenía obsecionado esa chica. Era hermosa, y que se resista me hacia desearla mas.
Mantuvo sus manos entrelazadas con las mias. Eso era ua señal de que no debía desistir. Ya había avanzado algo, aunque sus ojos destellaban de furia.
Me levante del sillón, y me puse a inspeccionar la casa.
- Asi que esta es tu choza- le dije en un tono un poco despectivo- Admiti que el castillo era mejor. Hasta había servicio de catering- le dije divertido.- Al menos tenes tranquilidad. El perro de Heidi es insoportable.- le dije con humor asi aflojaba un poco.
-Bueno, ¿ Que haces en tu tiempo libre?- le dije cambiando de tema. Sabía que esa pregunta no la pensaba respondar y que la iba a alterar mucho. Pero era lo que buscaba. Del amor al odio hay un solo paso.

Entonces se soltó de mí y era demasiado tarde para admitir que había estado tomándolo de las manos por unos largos segundos. ¡Maldición!
-¿Cómo te atreves a decir eso de mi hogar? ¡Costó un millón doscientos mil dólares! -le grité y lo perseguí- Además, siempre me gustó cazar, ese estilo de vida no era para mí -suspiré-. Y no voy a darte información de cómo estoy encaminando mi vida, porque eso, te guste o no, sólo me afecta a mí.
Sin siquiera pensarlo ahora me encontraba cerca suyo. Lo adelanté y me paré en las escaleras recubiertas con alfombra.
-Tendrás que sacarte los zapatos si piensas subir. Voy a ganarte -le dije con una sonrisa pícara antes de comenzar a subir a velocidad imposible para los humanos.
Y en menos de lo que yo planeaba me estaba dejando llenar de su esencia. ¿Cómo era que lograba esas cosas de mí? ¿Cómo lograba que cediera?

-Eso lo veremos- le dije desafiante. Me saque rapido los zapatos y la segui por la casa. Parecía que se estaba hablandando, seria mas facila llevarla. Pero mi objetivo volvio a cambiar de rumbo nuevamente. Al verla a ella vivir de esa manera, tan libre, se me ocurrió que no necesitaba demostrarle a Aro que puedo hacer algo solo, sino demostrarmelo a mi. Igual eso no significaba que iba a dejar a mi familia, mi meta era estar con ella, pero en el castillo. Sabía que no iba a ser facil, pero seguiría intentando.
-¡Ya casi te tengo!- le grite cuando solo estaba a tan solo unos centímetros de agarrarla. Pareciamos dos niños jugando a la mancha. Ella me superaba en velocidad, por lo que decidí jugar sucio. Puse mi pie derecho delante del suyo esperando a que tropesara, pero mi estrategia me sirivó mas de lo que pensaba. Ella cayó al suelo boca arriba y yo, que también me resvale, caí pero boca a abajo. Arriba de la adorable Kazia.

Iba a salir victoriosa, como ya había sucedido en ocasiones en el castillo. Todo iba perfecto, ¡pero él no podía no hacer menos que arruinarlo por completo! ¿Cómo no había notado su movimiento?
Al principio sonreí y me mordí el labio inferior, nerviosa. Pero luego recobré la razón. Lo fulminé con la mirada concentrándome en sus ojos rojos.
-¡Basta! -grité irritada pero sentí que todo lo aire que expulsaba de mi cuerpo chocaba directo contra él.
Lo separé de mí y me paré tan molesta y con tanta bronca que habría podido correr de Seattle a algún país latinoamericano sin problemas.
¿Quién se creía que era? ¡Nadie le había permitido siquiera venir a buscarme! ¡Ya no era nadie! ¡Éramos solo conocidos! Y eso no era precisamente un malentendido...
-¿Qué intentas? ¿Violarme? -me reí sonoramente mientras colocaba cada una de mis manos en mi cintura- ¡Quiero que te vayas! ¡Nadie te invitó!
Quería cambiarme esa ropa cuanto antes. Sentía que su fragancia podría haber quedado impregnada en la camisa que tenía puesta. Incluso toda mi ropa había estado en contacto con la suya. Debía tirar ese conjunto, cuanto antes.

-Vamos solo estaba jugando- le dije riendo- Mi intención no era caerme arriba tuyo.. Lo había arruinado todo, después del trabajo que me había costado agradarle un poquito.
- No me vas a decir que necesito invitación para visitar a una vieja amiga- le dije con un falso tono de ofendido.
Baje las escaleres y me puse los zapatos que estaban al pie de esta. Mi diriji al living y de nuevo me puse comodo en su aplio sillon blanco.
-Aaah- suspire relajado. Empece a inspeccionar algunos adornos de la casa. Estaba muy bien decorada. Me saque la campera que la tenía desde que había entrado y la deje a un costado del sillón.
-Ven- le dije en voz alta y dando unos golpes con la palma al lado mio-Cuéntame como va tu vida aca. Sabía que de neuvo iba a evadir mi pregunta, pero le quería dejar claro que de acá no me voy sin ella.

-No soy tu amiga -murmuré mientras se perdía bajando las escaleras; probablemente ni siquiera me había escuchado.
Lo seguí, no quería perderlo de vista ni un segundo. Sabía que sería capaz de hacerme enojar nuevamente. Siempre me enojaba, siempre lo hacía. Lo encontré en mi sillón. Ahora tendría que encima tirar un sillón, ¡fantástico!. Resoplé indignada mientras escuchaba su pedido. Estaba muy intrigado con lo que hacía, pero no podría confiarle nada, menos a él. Los Vulturi lo sabrían y me exterminarían antes de cualquier movimiento que pudiera hacer.
No me moví mientras buscaba cómo responderle.
-Vamos, ¿todavía te interesa saber de mí? Pensé que habrias usado tu inteligencia para darte cuenta de que estoy enamorada de Henryk -me acerqué y me arrodillé para que mi rostro quedara a al altura del suyo-. Ni siquiera lo intentes Dexter -lo llené de mi aliento y luego esbocé una sonrisa de suficiencia.

Respiré su aliento cerrando los ojos. Me había dolido que estuviera enamorada de otro hombre, pero aún podía usar eso en contra de ella. Aunque sea vampiro, las mujeres siempre son sensibles.
-Si, use mi inteligencia- le dije levantandome y dando golpecitos a mi barbilla con mi dedo indice.-Pero creí que eso no iba a ser un problema ya que el esta.... - Me acerque a su su oreja- muerto- termine de decir a dos centimetros de su oido. Sabía que eso me iba a costar caro, me tenía que arriesgar.
Si ella quiere jugar a la chica mala, ¿Por qué no unirme yo también?

¡Asesínalo Kazia!, gritó una parte de mi cerebro, sin embargo la otra decía que tendría problema con los Vulturi si me atrevía a algo semejante.
¿Para que había mencionado a Henryk? ¡Muerto! ¡Él estaba muerto! Asaltó la duda a mi corazón. ¿A qué edad habría muerto? ¿Me habrá sido infiel? ¿Habrá tenido hijos? ¡No! ¡Él nunca sería capaz de violar nuestro amor! ¡Él habrá sido soltero hasta su muerte! ¡Debía estar segura de ello! No, no debía, ¡lo estaba!
-¡Oh, Dexter! ¡Cuánta razón tienes...! -dije mientras me colgaba de su cuello, luego lo alejé de mí y lo tomé de sus manos- ¡Tú me has despertado del sueño en el que vivía! -lo solté y le pegué una patada donde más debía dolerle, haciendolo volar hasta la biblioteca y haciendo caer todos los pesados libros de moda que estaban en los estantes- ¡Ingenuo, crédulo! -me reí burlona- ¡Henryk me amó siempre! Toda su corta existencia. Y yo lo amaré tambien, toda mi eternidad. ¿Crees que el que Henryk no esté significa que no lo tenga presente? Eres un idiota, Dexter -me crucé de brazos- Eres un niño, no puedes seducirme, ¿es que acaso sabes besar? -me volví a reír- Uf, me la estoy pasando de maravilla. Gracias por venir.

Me levante de un salto y patee un libro que se interponía en mi camino. La había hecho enojar mucho. No estaba en mis planes que me odiara, era todo lo contrario. Pero le tenía que hacer ver que yo la quiería, y que no tenía sentido seguir pegado a alguien que ya no vivía.
-¿A si?- dije tranquilamente al levantarme- ¿Lo tenes presente? ¿Donde?- le preunte acercandome mas-Bueno, pues yo no lo veo. ¡Henryk!- grite ironicamente y con un tono burlon- ¿Estas ahi? ¿Hola? ¿Henryk?. No, no lo veo, no esta presente. . Me iba a costar caro burlarme de su amado, pero valia la pena.
-Kazia- le dije acercandome aún mas con los dientes pegados y sin tono burlon- ¿Por qué no vivis la realidad? Henrik no esta, asumilo. ¿Para que queres un hombre muerto a quien amar si tenes a uno en frente tuyo?.
Mierda- pense. Se me había escapado eso.

Mi risa llenó el ambiente.
-¿Tú eres un hombre?
Necesité olvidar sus palabras anteriorres porque cada vez más dudas asaltaban mi cerebro. Él tenía razón, usaba ello en mi contra. Henryk no estaba, lo había perdido. Henryk había muerto... ya no odía correr a sus brazos. Ponía en evidencia lo que trataba de esconder con tanto anhelo. Me decía con cada paabra lo sola que estaba, algo que había tratado de ocultar. Sola en el mundo. Nadie me quería. Nadie daria la vida por mí. No existía una persona que fuera a correr tras mí; no había un alguien esperándome al volver a casa. ¿Es que acaso alguien se preocupaba si yo seguía viva? Nadie.
Henryk podría haberme querido hasta el último de sus días, pero ya no velaba por mi existencia. Mi padre y Wioleta estaban muertos, la abuela Beata también. Los Vulturi, le había dado la mayor parte de mi vida y sólo había obtenido una posición mediocre. Ni siquiera habían vuelto por mí... ¡ni siquiera les era importante! No, ellos sólo formaban lazos de poder y no de amor. Vi entonces a Dexter. No, él no... ¡No!
Debió notar la expresión que tomó mi rostro. Si hubiera sido humana, hubiera llorado. Salí corriendo a la habitación y me lancé en la cama ocultando mi rostro.
Ven por mí. Ven a mí. Dime cuánto me quieres, ¡dime que me quieres! ¡Oh, Dexter! Si fuera tan fácil rendirme ante tus encantos... Me tapé la cabeza con la almohada, como si eso ayudara a ocultar mis pensamientos a él... y a mí misma.

Se rió a carcajadas. Me lo tenía merecido, yo primero la ataque. Pero después su rostro cambio. Tenía una expresión triste, tenía el presentimiendo de que iba a llorar, aunque eso sea imposible. Se fue corriendo escaleras arriba mientras yo me quedaba abajo, meditando en todo lo que había pasado.
-¿Había custionado mi hombria y luego parece que va a llorar se va?- pense- Las mujeres son complicadas.
Me sente en un escalón a pensar. Por primera vez tenía culpa, algo que no había sentido antes ni por matar a un centenar de niños. Coloque mi mano en la cabeza pensando en que hacer. No quería atacarla, no. Pero no podía quedarme ahí sin hacer nada.
Subí lentamente las escaleras. Efectivamente ella se encontraba en su cuerto, tirada en la cama con la cabeza tapada. Entré y me sente cerca de ella, en la cama. Abrí mi boca para decir algo, pero me interrumpí a mi mismo.
-Mejor no diggas nada- me dije.
Lo único que hice fue apollarle mi mano en su hombro en señal de disculpas. No hice otra cosa que mantener mi mano en su frío cuerpo y pensar en lo mucho que la quería.

Sentir su mano en mí fue como un puñal clavado por la espalda, una traición. Porque él no podía quererme, yo no era digna de cariño alguno. A esta altura de mi vida ya no podía ser querida, ya no podía jugar esos juegos por más que lo deseara... no era una adolescente, no era humana. Si me enamoraba de alguien entonces sería para peor. Estaba dispuesta a morir por el poder, pero él moriría si yo ganaba. Él ya no estaría conmigo. Sufriría por el resto de mi vida. ¡Sería un crimen! He ahí la diferencia. Podría sobrevivir siglos con el amor de Henryk... pero con el suyo... ¡sólo lo desearía más! Porque sabía que podía tenerlo. Y si podía tenerlo, no soportaría saber que estaba lejos de mí. Me lastimaba a mí misma, me arruinaba paso a paso...
Me quité la almohada y me senté ne la cama.
-Vete -dije con los ojos cerrados.
Luego los abrí y entrelacé mis dedos con los suyos.
-Es demasiado tarde -susurré.
Apreté mi mano su mano con fuerza.
-Vete y no vuelvas nunca más -miré hacia abajo-, no me busques, no intentes nada conmigo. Si quieres mi felicidad, entonces vete. Para siempre.
Lo solté de la mano, sentí como si mi corazón se apagara. Mi corazón de ponzoña se abstendría de amar a partir de entonces.

Sentí que me había golepado. No podía decirme eso. Una vez que consigo que me quiera me echa. No, no me iba a ir. Pero tampoco podía dejar que sufra. ¿ O si?.
-¡NO!- me gritó la consiencia. No podía dejarla ahí. Este no era momento para hacer sufirir gente. No. Tenía que hacer algo, no me iba a ir. Pero si me quedaba, igual luego tednría que irme. No podía abandonar a los Vulturi. Apoye mi mano en mi cabeza. Tenía que pensar. Pero no ahora. Ya iba a haber tiempo para eso. Por el momento, me quedaría. Cueste lo que cueste.
Le tome de la mano sin atreverme a mirarla.
-No puedo- dije-Yo, yo te.... Se me hizo imposible terminar la frase. No sin mirarla a los ojos.
-Perdón si te lastime- dije también mirando el piso- Yo te..... Mierda, no podía terminar esa frase. Y de alguna manera no podía mirarla.
-¿Yo retractandome?- pense- La debo querer mucho.
Levanté la cabeza y la miré. Tenía aspecto triste, pero igual se veía hermosa. Tome aire.
-Te quiero- le dije casi en un susurro. Nunca antes le había dicho eso a nadie. Pero siempre hay una primera vez para todo.

Aún las dos últimas palabras permanecían mi su mente, ¿en verdad me quería? Si tanto había titubeado a la horas de confesarlas... tal vez entonces fuera verdad. Mi corazón resplandeció gritando, victorioso. ¡Él no podía ganarle a la razón! No, el corazón ganaba. El corazón estaba manejando mis impulsos, una pequeña sonrisa asomó de entre mis labios. Mis pensamientos parecieron endulzarse con la más dulce azúcar. Mi corazón de miel llenaba mi cuerpo de emociones que llevaba cerca de un siglo sin sentir.
Me bajé de la cama con un movimiento violento ya me encontraba yo acorralándolo contra la pared.
-También yo -besé su mejilla y me sonreí.
Entonces me di la vuelta y mi espalada se encontró contra la pared. Enredé mis manos en su cuello
y le dije: -Toma el control. Siempre supe que me deseabas, y ahora me tienes -rocé con una velocidad absurda sus labios. Ni siquiera debía haber sentido mi piel chocando contra la suya.

Sonreí satisfactoriamente y la bese apasionadamente mientras le acariciaba la espalda
-Te quiero- murmuré otra vez mientras apoyaba mis labios con los suyos. Al fin había logrado mi objetivo. La había conseguida, había tomado el control. Sabía que no podía hacerla vovler al castillo, pero por lo menos disfrutaría casa segundo con ella.
-Sigue así- le dije haciendo intervalo a tanto amor. Mientras demostrabamos cuanto nos queríamos con esos besos, pensaba en que esto me podía traer consecuencias. Aro algún día me tocaria y descubriria la verdad.
-¿Por Qué te llenas de preocupaciones Dex?- me dijo la consiencia- Ahora disfruta de tu sueño, luego pensaras una escusa. Y así hice.
Me di vuelta y me tire en la cama con ella todavía besandome, para que Kazia quedara arriba mio. Le arranque la camisa blanca que llevaba y la segui besando.

Fueron escasos segundos en que sentí un corazón humano latiendo dentro mío. Todo acabó cuandlo percibí, cuando lo comprendí. Cuando mis ojos lo vieron todo con claridad. Había logrado alcanzar el agua antes de que se evaporara.
El amplio patio del hogar de los Maciejewski se encontraba cubierto de una fina capa de blanca nieve. Había en el medio un banco en el que solían sentarse el padre y su esposa a platicar de los conflictos políticos que afectaban a Europa en ese entonces.
Henryk estaba sentado en el banco cuando apareció su sobrina salticando desde el interior de la casa. Se veía tan agradable y dulce, que Henryk se preguntó si no sería la viva imagen de Anastazja, su madre biológica que había fallecido cuando la tuvo.
Kazimiera se sentó a su lado, el Sol brillaba débilmente en el cielo, la luz no lograba penetrar en la oscura casa y por ésas razones argumentó ella que había ido junto a él. Ya que ambos recordaban cuánto odiaba el frío la joven. Charlaron de banalidades largo rato. Del teatro, de la radio, de la música, del clima. Entonces entre esos temas salió el amor.
-Me preguntaba... cómo ha de sentirse uno cuando besa a alguien -dijo Henryk clavando sus ojos miel en lo de su sobrina-. Debe ser muy lindo, porque sólo los adultos se permiten tales lujos.
-Oh, sí -acompañó Kazimiera-. Qué nos espera hasta casarnos...
-Te apegas mucho a las normas, Kazia -la tomó de la mano.
-¿Qué insinuas? -se ruborizó y sonrió.
No necesitaron palabras, gestos, con sólo mirarse a los ojos lo supieron. Él, ella. El dulce beso en el patio de la casa parecía un momento lejano cuando las manos de Henryk desabrochaban su vestido con mucha paciencia y elegancia.
Lo empujé a Dexter y salí corriendo al piso de abajo. Me senté tomando con fuerza mis rodillas y apoyando la espalda en la pared. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué locura estaba cometiendo? Entregándome a alguien que sólo quería mi aspecto. Quería sólo llenarse de mis besos.
-Vete Dexter -grité, él me escuchaba-. Tú no sabes tratar a una mujer, eres un desperdicio de hombre.
-Kazia -susurró Henryk en su oído.
-Tú no sabes cómo se debe amar a una mujer, tú nunca serás un caballero, un hombre de verdad -me levanté.
-Te amo, te amo -le aseguró en ese instante.
-¡Tú eres un completo idiota! ¡Te odio Dexter, te odio! El error más grande de mi vida fue haberte dejado vivir. ¡Es la culpa de todos los Vulturi! Todos ustedes planean arruinar mi vida. ¡Te odio Dexter! ¡Muérete y seré feliz!
Las lágrimas de la humana que vivía en mí ya estaban empañando mis ojos. Ya sentía que mi cuerpo se desetabilizaba y yo necesitaba caer en alguien de brazos firmes que me sostuviera hasta que entonces todo el rastro de vida que quedaba en mí se apagara. Ser vampiro mató a la Kazia que enamoró a Henryk, a la Kazia que era feliz.
-Yo también te amo Henryk -le devolvió el beso mientras dejaba que él la envolviera con sus brazos.

Todo iba a la perfección. Demasiado perfecto para ser real. Por eso es que se arruino todo cuando, por alguna razon, me empujo y bajo las escaleras y me grito frases ofencibas para un hombre y un vulturi.
Bajé enojado, ¿Que le pasaba? ¿Se habra enojado porque le quité la camisa? Si fue así la culpa fue de ella, dijo que tomara el control. Estaba loca, completamente loca. Y eso me hacia desearla mas. Llegúe a la planta baja y ella otra vez tenía el rostro melancolico. Me sente en el segundo escalon de la escalera y medite. Debía planear cuidadosamente cada frase, cada palabra que iba a decir. Estaba muy suceptible.
Me acerque lentamente hasta donde estaba ella. Medi aproximadamente dos metros de distancia y quedé ahi.
-Hace cinco minutos dijiste que me amabas- dije intentando no perder la paciencia- ¿Por qué ahora dices que me odias? ¿Por qué ahora desas mi muerte?- le dije acercandome un poco, pero siempre estando a una considerada distancia.¿Me podes explicar que te pasa sin gritarme ni insultarme?- le dije casi perdiendo la paciensia. Tal vez no se pueda olvidar de ese tal Henrik. En estos momento es cuando desea haber preacticado mis poderes con Heidi, como ella dijo, para poder borrarle de su mente cada recuerdo de su tio.