Libertad | 6 de Agosto, 8 p.m. | Libre

Me enorgullecí de mi trabajo cuando por fin lo vi terminado. Ante mí se extendía la gran y majestuosa sala desde cuya ventana se veía el exterior. Todo olía a nuevo, desde el sillón de un blanco nube hasta las cortinas que alcanzaban sin esfuerzo el suelo de madera. Tenía una casa sólo para satisfacer esa parte de mí que se apegaba a la fortuna. El dinero era uno de los requisitos que siempre había deseado.
Encendí el sofisticado equipo de música y comencé a bailar sin ritmo alguna recorriendo las habitaciones de la casa y contagiándolas de la energía que fluía por mi cuerpo. Al tiempo escuchaba los autos que andaban por las calles, miles de corazones latiendo. Corazones que algún día dejarían de existir. No duró demasiaod el orden que había impuesto, de inmediato comencé a revolear toda la ropa y a desparramarla por toda la habitación. Con todo el dinero que tenía, no tenía necesidad de preocuparme por si algo se dañaba.
Libertad, ¡qué bien se sentía! Lejos de los Vulturi, con mis propias reglas. Había sido la mejor decisión que podía tomar. Frené en seco en el pasillo y me observé unos instantes en el espejo. Mis ojos resplandecían del color de la sangre.
Bajé las escaleras y salí al jardín. ¡Qué delicioso olro había por todas partes! La sangre vibraba en cada latido del corazón de los humanos. Me acerqué más a la calle y me coloqué en medio de ella.
-¡Libertad! -grité con emoción y despertando, seguro, muchas sospechas.
Me quedé allí esperando que algún auto me atropellara. Tenía ganas de sentir vértigo.

Calma, silencio, cuando al fin lo consiguió, una música comenzo a aturdirla. No provenía de mucho mas que unos 200 metros.

Ya, la segunda perturbacion en su nueva estadía en un lugar le fastidiaba demasiado.

Intentó ignorarle y seguir con sus lecturas, pero un grito de locura también provino desde alli.
" Libertad " escucho una vez.

Se tomo la molestia de acercarse hasta la ventana a ver quien era el culpable de aquello.

Era una mujer, que alcanzaba a ver a unas casas mas al sur, apenas en tamaño pequeño. Estaba en el medio de la calle y de verdad se mostraba feliz.

Amaranta en medio segundo estuvo a pocos metros de ella, y no se tomó molestia en alentar su paso. Nadie miraba y esa criatura que tenía enfrente era una de las suyas.

- Libertad - citó, en tono burlon.
No buscaba pelea, buscaba paz... silencio.

Pero, ¿quién era esa vampiro para interponerse con mi objetivo?
Me sorprendió al instante su presencia. Y debió hacerla la mía también, supongo. Luego de su burla, supuse que no sería nada malo revisar un poco su inconciente.
Urgué entre los recuerdos hasta que me sorprendí de lo que vi. Vulturis. Supe entonces que era ella esa joven trasformada unas largas décadas atrás.
Una presentación cordial no la afectaría demasiado, o tal vez sí. Pero entonces tal vez recordara con quién estaba hablando. A pesar de que sólo me había visto una vez, en ese cuarto en su recuerdo. Sólo la había espiado por instantes...
Y lo hice, traje ese recuerdo a su conciente. Debía dolerle. Debía llegar hasta lo más profundo de ella y acabar con su felicidad. Débía ser catastrófico.

La mente de Amaranta estaba en busca de algo dentro de la cabeza de la vampira para molestarla - como siempre hacia - pero la interrumpió un pensamiento que se presentó de sorpresa.

Esteban, los Vulturis, la habitación, la muerte, los secuestradores, el fuego, la sangre, los gritos; Estaba confundida.

Ya era naturaleza esconder pensamientos y sentimientos en Amaranta, pero ésto si que era algo imposible de tolerar, de esconder.

Por un momento llego a pensar que en la cabeza de la otra estaba viendo todo aquello, pero era en primera persona, por lo que notó que no eran mas que sus recuerdos aflorando por alguna razon que era casi obvia.

Aunque su rostro mostraba una tenue gota de tristeza y dolor, fue fuerte y contestó - necesitando tomar aire para hacerlo - suavemente - Interesante. Torturador. ¿Que quieres lograr? - Tambièn estaba algo confusa ya que no entendía si la vampiresa era parte del clan que había asesinado a su creador.

Podría haber respondido de igual manera, buscando algo molesto para la vampira y contárselo, pero estaba muy concentrada en espantar el dolor.

Su respuesta satisfizo mis expectativas. Había tenido efecto. No esperaba mucho más, pero al menos sabía que no me había equivocado con mi saludo. Ésto le advertía quién era yo y entonces tendría cuidado. Me respetaría, más si tenía esa especie de relación con los Vulturi. Yo ya los había dejado, los odiaba, pero nunca es difícil mentir estando a miles de kilómetros de Volterra.
-No buscaba lograr nada, sólo una pequeña bienvenida -le sonreí falsamente-. Kazimiera -extendí mi mano como acostumbraba a hacer.
Me parecía una forma de sentar bases, de mostrar respeto y exigirlo.

Respetable pero odiosa. Aquello fue lo que Amaranta pensó de la vampira. Le había generado cierto odio y dolor cuando le mostró lo que no quería, pero la sentía astuta y casi un reflejo de ella.
Cuando se presentó, ante el nombre de Kazimiera, Amaranta se debatía entre presentarse o seguir con su juego y también lastimarla, sin razón.

Esperó unos segundos y le respondió al saludo de su mano, pero en el momento de soltarla - aunque fuera algo inútil - la revoleó contra su casa, para crearle al menos un dolor físico - no porque le fuera a doler, sino que quería mostrarse tal y como ella era; violenta, ruda - Una vez que Kazimiera estuvo en el suelo, Ami se acercó en un abrir y cerrar de ojos - humano - y le dió un pequeño beso en la frente, entonces sí se presentó - Amaranta -

Cada una había tenido su presentación, ahora - por primera vez en años - Amaranta esbozó una enorme sonrisa de agrado.