Una grata sorrpesa / 15 de agosto 15:00 hs / Reservado

Estaba acostado en la grava, tenia un olor a fresco con tierra mezclada. Adoraba echarme en el suelo y mirar las nubes y las diferentes formas que tomaban.
De niño solía pensar que los que se iban al cielo jugaban, acomodando las nubes para divertirse un poco, un pensamiento algo extraño peor así era yo.

Con paquete de papas fritas en mano y un par de gaseosas, podía pasar horas allí acostado. Incluso alguna veces cuando el clima lo acompañaba, salía a estudiar al aire libre. Creo que mi condición como lobo ayudaba a que disfrute de la sensación de libertad que sentía cuando estaba entre arboles.

Tenía que estudiar, pero ese día no me apetecía. Últimamente estaba muy pensativo, entre lel nuevo café a punto de Abrir en La push, "mi relación" con Leah, descubrir que había muchos como yo y otras cuantas cosas más mi cerebro estaba a punto de explotar.

En ese momento solo desee tener a una sola persona a mi lado: Amber

Era 15 de agosto y realmente no sabía qué podía hacer. En Forks todo era tan normal que aburría y aunque no acostumbraba a quejarme del pueblo pues era prácticamente mi culpa el que estuviéramos allí, no podía evitar sentirme agobiada. Necesitaba una salida, escapar, salir de allí y mi padre me presentó la mejor manera de hacerlo.

-Voy de salida hija ¿quisieras que te llevara a algún lado? -preguntó con una sonrisa que no lograba esconder el dolor que le producía verme en silla de ruedas. Traté de ignorarlo y dejé a un lado mi lapicera y la libreta en la que escribía.

-A la casa de Bastian. –dije sonriente mientras comenzaba a dirigir la silla hasta la salida de la habitación. A mi padre no le hacía mucha gracia que yo fuera a visitar a mi amigo, pero no podía hacer nada para evitarlo porque sabía que si había vuelto a sonreír era gracias a él, así que no decía nada.

Luego de que le avisáramos a mi madre y a mi hermano mayor a dónde íbamos, papá me ayudó a subir a su camioneta y guardó la silla de ruedas en la maletera. No dijo mucho en el trayecto a La Push y, aunque suene mal, lo agradecí; estaba ansiosa por encontrarme con Bastian y conversar sobre cualquier cosa. Algunas veces me sentía muy ansiosa por verlo y sabía que eso estaba mal.

Pero luego de un tiempo que se me hizo eterno llegamos a la calle en la que mi mejor amigo vivía, sin darme cuenta comencé a arreglar mi cabello y cuando papá estacionó frente a su casa y bajó de la camioneta para ir a buscar mi silla, bajé la ventanilla y con una sonrisa le llamé.

-¿Estás en casa Wood? He venido a visitarte. –esperaba que estuviera allí, porque no me apetecía regresar a Forks.

Volví a mirar otra vez a las nubes, mientras engullía a mas no poder. Últimamente tenía más hambre que no normal.
Las nubes parecían encimarse formando nubes de azúcar, en ese momento se me apeteció unas cuantas: El sabor de las nubes de azúcar era genial.

Estaba a punto de quedarme dormido con la boca llena de papas, cuando una voz y un aroma conocido hizo que pensara que estaba soñando. Deseaba ver a Amber y ahora mi sueño me permitía sentir su voz y su dulce aroma.

De repente, comencé a ponerme colorado y a toser, una maldita papa me estaba atacando o mejor dicho me había atorado por dormirme.
Me paré y comencé a toser hasta que el ahogamiento pasó.

Estaba despierta y todavía seguí sintiendo el aroma de Amber y salí corriendo: Ella estaba allí.

-HADITA!!!- grité.Llegue de repente por el otro lado, para asustarla.
Ella ni se inmuto, estaba acostumbrada a que haga esas cosas, pero su padre pego un salto que se golpeo apenas la cabeza cuando estaba sacando la silla.

-Lo siento, señor- anuncié todo colorado.

El saludo habitual de Bastian me hizo sonreír. Por momentos llegaba a pensar que la única persona que podía hacerme sonreír de manera sincera en aquel lugar era Bastian Wood. Pero mi padre no parecía muy acostumbrado a los saludos de mi amigo y se sorprendió un poco. Sacó la silla de la camioneta y la abrió para dejarla frente a la puerta del copiloto y ayudarme a bajar. Aquello era lo que menos me gustaba de todo eso, que tuvieran que sostenerme en brazos como si fuera una bebé. Suspiré y miré a Bastian como disculpándome porque él tuviera que soportar todo aquello.

-No te preocupes muchacho, todo en orden. –dijo mi padre con una sonrisa mientras se acercaba a mí para besarme la frente. -Amber ha querido verte, espero que no sea problema, que no hayamos interrumpido algo. –agregó y yo volví a mirar a mi amigo, era cierto, no le había llamado antes de ir allí, qué falta de educación.

-Si interrumpimos volveremos a Forks, de verdad. Lamento no haber llamado antes Bastian, es que todo surgió de manera inesperada. –me excusé algo apenada.

Mi dulce mirada se centraba en Amber. Sinceramente para mí que ella esté en silla de rueda era indiferente, además me agradaba poder ayudarla y asistirla en lo que necesite.
Sus ojos color mar, me irradiaban cierta felicidad que incluso ella misma desconocía.

-Claro que no, señor Schräder. La visita de mi mejor amiga, jamas es un problema para mi - anuncié completamente seguro de lo que decía y mirando a la pequeña hada de ojos azules, con dulzura.

- Amber, ya cala sinceramente creo que has llegado en el mejor momento- tomé el mando de la silla de ruedas de mi amiga y me comenzaba a dirigir hacia donde estaba acostado, mientras que ambos saludábamos a su padre.

Deje a Amber unos segundos debajo del árbol y en un abrir y cerrar de ojos, ya estaba de vuelta con una manta y bastante comida para ambos.
Acomodé la manta debajo del árbol, sobre la grava, para que ella no se ensuciara su ropa y la levante con cuidado para ayudarla a sentarse a mi lado.

-Espero que te guste todo lo que he traído, frutas como a ti te gustan y comida chatarra, para mi- comenté pasando un brazo hacia el hombro de mi mejor amiga.

Papá se marchó, luego de despedirse de nosotros y yo me concentré en no parecer tan desvalida frente a Bastian, por lo que le sonreí y me preparé para trasladarme hasta la sombra de aquel árbol que tanto me gustaba. Pero fue mi amigo el que se encargó de eso y yo, con un suspiro, lo permití, aunque me sentía incómoda al ser tratada de esa forma. Pero no dije nada.

- Vaya, has traído comida para un pelotón. –dije al ver todo lo que había llevado, luego de que él regresara a su lado tras ausentarse un momento. -Pero bueno ¿qué hacías antes de nuestra llegada? –pregunté llena de curiosidad mientras lo observaba y tomaba una pequeña manzana de las que él había llevado.

Me senté al lado de Amber y recosté mi cabeza en sus piernas, solíamos hacer eso siempre mientras nos tirábamos hablar sobre todo en los pies de ese árbol tan hermoso.

Desde esta vista, podía notar como sus ojos brillaban aun mas que nunca y sonreí. Tomé una bolsa de papas - Nada, solo estaba pensando en muchas cosas, casi que pertenezco a una manada, conocí a una loba, muchas cosas - anuncié con una sonrisa.

Comencé a jugar con su cabello. Aquello era algo que hacía casi sin pensar, era un simple gesto que me hacía sentir bien, algo que no podía evitar, sencillamente eso.

Lo escuché con atención y no pude hacer nada para que mi ceja derecha se mantuviera en su sitio. No, tenía que alzarla de manera perfecta, en un gesto claro de sorpresa por sus palabras.

-Vaya, una manada. -dije antes de dejar de juguetear con su cabello. -Y una loba... ¿qué tal la loba? -pregunté, intentando que mi voz no reflejara los celos que estaba sintiendo en aquel momento. -¿Es bonita? -agregué sin poder evitarlo.

Siempre me tranquilizaba que sus manos acariciaran mi cabello. Sonreí y la miré, la pequeña hada de ojos color mar me prestaba atención mirándome profundamente con sus hermosos luceros.

Volví a sonreír cuando habló de la loba - Se llama Leah y si es muy bonita y amigable, tienes que conocerla estoy seguro que va agradarte mucho, tienes los ojos mas tristes que he visto nunca y lo mejor de todo es que puedo leer sus pensamientos y al parecer ella también los míos - comenté como si nada