[+18] Libertad. | 23 de Agosto, 12.30 am. | Reservado.

En pocos minutos nos encontrábamos en la puerta de la casa de Vince, quien aún se apoyaba en mi pues ya lo había dejado en el suelo.
Sonreí al ver la casa organizada nuevamente, me mordí el labio inferior y luego me dispuse a quitarle el saco. Lo lancé en el sofá.
-A dormir, Vince... - dije más calmada ahora que estábamos lejos de malas influencias. Mi voz sonó como la música de una nana.
De nuevo en mis brazos subí al segundo piso de un salto. Llevé a Vince a la cama y le quité los zapatos. Lo abrigué con las sábanas y me arrodillé en el suelo, mirando a mi amigo.
-Tus amigos son como lo era yo... - mencioné con tristeza. ¿Cuánto había sufrido? Le acaricié la frente. - Me gustaría asesinarlos a tu nombre, no son nadie para hacerte daño... no te lo mereces... - continué mientras mis dedos bailaban en la piel de su rostro.

Lo llevó a casa a pesar de sus insistencias, y en un abrir y cerrar de ojos se encontraba bajo las atencion des una preocupada Olivia. Se habría alegrado tanto de que ella hiciera algo como aquello... pero con el alcohol en el cerebro apenas procesaba sus palabras con claridad. Había una especie de sangre que corría por sus venas que no era la normal. Porque sentía fuertes, inmensos deseos de lanzarse contra Olivia y explorar todo lo que ante sus ojos se presentaban, nada de su personalidad, nada de su interior.
-Esta noche no vas a matar a nadie -articuló mientras se llevaba su mano a sus labios-, vas a estar conmigo -le besó la palma de la mano y mediante patadas se deshizo de las sábanas.
Dirigió una mirada a su acompañante y luego a su lado en la cama. Esta vez le besó la muñeca y lanzó una risotada al imaginarse a Olivia presa de sí mismo.

Abrí mis ojos y quedé boquiabierta por sus palabras y acciones.
Sentí que me estremecía ante la piel de Vince, aunque en la mía no se notara nada de ello. Lo miré por unos segundos.
¿Qué esperas de todo esto?
Me costó reaccionar, sacudí mi cabeza y en un segundo estaba sobre la cama, a su lado. ¿Necesitaría de mi compañía? ¿Como un niño indefenso que busca un cariño maternal, como cuando de seguro su madre le contaba historias fantásticas en la cama? Era obvio que no era eso lo que buscaba, sin embargo no quería ser la chica madura que sabe todo de la vida y sobretodo que entiende cada una de las indirectas de un hombre que pretende... algo con ella. Cerré mis ojos ante esas ideas. No me molestaría tener sexo con él, pero se encontraba en un estado deplorable bajo los efectos del alcohol y sabía muy bien que se arrepentiría luego si algo sucedía. Me había prometido a mi misma no aprovecharme del joven y dejar que pasaran las cosas siempre y cuando él se sintiera seguro y yo no tuviera intenciones de buscar placer por medio de su angustia de saber que lo estaba usando.
-Sí, estaré contigo... - contesté angustiada mientras colocaba mi brazo bajo su cuello y le besaba la frente - Duerme.
No quería nada esa noche. Deseaba que se durmiera pronto de una vez, no lo dejaría solo, nada más quería verlo dormir inocentemente, mi pequeño Vince.

¿Por qué ese día Olivia se negaba a sus intentos? Como si esa vez fuera especial, diferente. Vince no podría saberlo en ese momento, sólo deseaba tenerla a ella entre sus brazos, y gozar de todo a lo que siempre se negaba. Vamos, nunca había dicho que Olivia no era irresistible. Y en ese momento se sintió lo suficientemente valiente como para descubrir esa noche todo loque se había perdido desde que la conocía. Le haría justicia a sus amigos, ¡ya verían con quién se había acostado! La gloria le esperaba unos minutos después, cuando sintiera tal éxtasis que se recriminaría no haberlo hecho antes.
Incoherencia en sus pensamientos, actuación respecto de sus impulsos sexuales. No existía nada más que ella; ella con su piel de terciopelo, con sus labios de helado de cereza, con su cabello como el fuego, con curvas que la diferenciaban de las mortales, y especialmente de las dos únicas mujeres de su vida -además de su madre-.
Se incorporó, y sintió la necesidad de cerciorarse de sus ideas. Se atrevió con los instintos a flor de piel a besarla conteniendo sus manos en su cintura.

¿Cuándo fue que Vince había tomado el control de la situación? Me había besado. Intenté resistirme, empujarlo pero sus labios me lo impedían.
Correspondí su dulce pero apasionado beso cerrando mis ojos sintiendo cosas que jamás había sentido.
Parecía que me había contagiado un poquito la razón ya que abrí los ojos al instante y esquivé sus labios esta vez.
-Vince... - dije con la voz entrecortada por el deseo y a la vez por la angustia de no poder disfrutar plenamente del momento al saber que estaba mal, él era mi amigo - Vince por favor... debes dormir. Tranquilízate. - quise quitármelo de encima pero su fragancia- no de juvenil sangre sino de azúcar, como sólo un niño con tal amor por la vida y por todo lo que había en ella, podía tener -hizo que mis labios se acercaran a su cuello y mis manos fueron a su cabello.
-Vince esto no... - intenté suplicarle sintiéndome su víctima cuando ya uno era la víctima del otro.

-Shh -la silenció tomándo su rostro con sus manos y volviendo a sus labios, irresistibles. Toda ella era irresistible.
Olivia... si supieras lo estúpido que fui al creer que debía existir amor para furndirme en la piel de una mujer, para dejar que sólo los sentidos manejen el cuerpo. Se alejó unos centímetros de ella, sonrió mientras con su mano avanzaba sobre la remera; se encontró con la humedad del alcohol y sonió nuevamente, pero esta vez fue una sonrisa diferente, una que decía que estaba sacando provecho de algo y consiguiendo lo que deseaba.
-Quítatela -el roce de sus labios-, no nos molestará más -una de sus manos explorando bajo la tela negra, y otra vez un beso suyo cargado de deseos. Cargado de pasión y un corazón que latía con más velocidad conforme se aventuraba con ella.
Un Vince del pasado que pedía a gritos que dejara la lentitud para otro día. Un Vince del futuro que se alegraba de haber calmado sus labios para que todo durara más. Y el Vince de presente, el racional, inteligente, el criñoso, sensible. ¿Dónde estaba? Esa noche precisamente se habia ido a pasear junto con unas copas de alcohol.

Nunca creí que tuviera todo ese instinto escondido. Sus labios se me volvían cada vez más irresistibles. No podía dejar de besarlo ya. Mis manos bajaron de su cabello hacia su cuello impidiéndole separarse de mi. Nuestras piernas se rozaban sin límites.
Me saqué la remera con dificultad por la lujuria y la proximidad de mi cuerpo con el de Vince.
Besé la piel que permanecía al descubierto por los dos desabrochados botones de su camisa mientras desprendía los restantes. Dibujé arabescos en su pecho a medida que iba abriendo su ropa. Tomé de nuevo su cuello y le di un apasionado beso en los labios, uno que lo dejó sin aliento.
Terminé de quitarle la camisa para acariciar la seda de su espalda. Le rasguñé pero no le hice doler, era sólo una táctica excitante.
A medida que mis pies peleaban con mis botas mis labios se fundían con los suyos y mis manos bajaron hasta el fin de su espalda y llegar con el límite de su pantalón. No seguí más abajo pues sabía que eso aumentaría el deseo de Vince.
-Siempre ganando... - suspiré.

Ya no debía luchar con nada porque la misma Olivia se hallaba ya perdida entre sus besos, sus caricias, su respiración entrecortada, los latidos de su corazón, su cuerpo subiendo de temperatura, su cerebro rindiéndose ante los sentidos. Algunos puntos no afectaban a su acompañante. Más contando con que ella ya había disfrutado de esto miles de veces más, ya sabía cuál era el siguiente paso. Pero tenía algo de su lado, él estaba tan borracho que no buscaría impresionarla, no se tomaría el tiempo de planear una acción, simplemente se dejaría llevar y en ese momento, no se arrepentiría de nada.
Ella murmuró dos palabras y él le respondió con un par de ojos celestes que brillaban y una sonrisa pícara imposible de ver en su cara un día normal.
La empujó suavemente para caer sobre ella; trató de moldear su cuerpo para que cordinara con el suyo y con su mano izquierda recorrió su perfil. Con cada beso se anticipaba de sus movimientos, y entonces buscó su cuello mientras con una de sus manos -en la otra mantenía parte de su peso- trataba de deshacerse de su pantalón con urgencia. No le importaba ya detenerse a jugar con Olivia, la quería entre sus brazos murmurando su nombre, con el cabello desordenado y sed de más, más, más.

Ya no podía hablar. Sólo suspiraba. Si bien no necesitaba de aire, era imposible no tener una respiración inconstante ante tanta pasión.
Le acaricié el pecho y luego su espalda. Le ayudé a deshacerse del pantalón.
La piel de sus piernas se sentía tan deliciosa como la de su espalda, su rostro. No podía despegar mis labios de los suyos. No podía resistir más la tentación de seguir sin detenerme ni permitir que él se detuviera. Le besé el cuello nuevamente. Mi respiración le erizaba la piel.
Hice que retrocediera un poco e intenté desabrochar los botones de mi jean pero abandoné la tarea ya que no me vi capaz de seguir otro segundo sin sus labios sobre los míos.
Lo tomé de los hombros para realizar una maniobra y quedar sobre Vince. Ahora podría besarle el pecho sin obstáculos. Mis manos cubrieron su piel.
Me detuve por un segundo para mirarlo a los ojos y le acaricié la frente llevando hacia atrás sus cabellos. Le dediqué una sonrisa dulce. Le besé luego apasionadamente y hasta mordí su labio inferior.
Mi aliento se esparcía por su rostro.
Esa sería la noche más placentera de toda mi existencia.

Olivia quiso jugar a tomar el control y esto a Vince no le molestó en absoluto. Cada vez sentía que su cuerpo pedía más de ella, cerraba sus ojos y se dejaba guiar de beso en beso, de caricia en caricia. Sus frías manos le recorrieron el cuerpo innumerables veces, llenando aún más su nivel de éxtasis. Tenía tal calor que los dedos de ella eran perfectas coreografías que calmaban su sangre que se expndía con violencia por todo su cuerpo.
Trató de quitarle el pantalón con fuerza; la despojó entonces de cualquier cosa que obstaculizara la piel de su acompañante. La lujuria le brillaba en los ojos cuando notó que sólo le quedaban dos prendas para descubrir qué era lo que guardaba Olivia. La siguió besando, nunca se saciaría de sus labios. Nunca podría bastarle de ella.
Sus dedos se apresuraron a formar parte de la escena de la cual las estrellas eran testigo. La figura de Olivia lucía aún más perfecta bajo la luz tenue. Se separó de ella para dedicarle una sonrisa. Una de las que el Vince sin alcohol le hubiera regalado mil veces. Tal vez su inconciente quería asegurarle a la vampiro que era él. Vince. Más allá de cualquier sustancia que estuviera haciendo efecto en su cuerpo.
La apretó contra sí. Era real, era ella, era él. Eran ellos y nada más.

Vince me sonrió de tal manera que hizo que mi alma respirara feliz. No me sentía ya tan culpable de estar haciendo esto, de hacer el amor con él. Ya ni advertía la posibilidad de enojo al día siguiente.
Me coloqué a su lado y le obligué a hacer lo mismo. Estábamos frente a frente. Le sonreí y le besé todo el rostro. Estaba contenta.
Mis manos bailaron en su espalda nuevamente. La piel de mi torso rozaba el suyo. Mis caricias bajaron hasta llegar a sus piernas.
Mis ojos permanecían cerrados, mi boca entreabierta intentando rescatar un innecesario aire que sabía a lujuria. Sabía a Vince.
Necesité llenar mis pulmones de su fragancia. Acerqué mi rostro hacia su cuello y suspiré sobre su piel.
Le abracé más y más fuerte. Por esa noche no esperaba conocer al final de mi existencia el paraíso, quizás ya estaba ahí.





[Off: Siguen los Efectos secundarios.]