[¿Reencuentro?] | [Martes, 4 de Agosto] | [10:15 pm] | [Reservado]

Aquel era el sentimiento reinante en la casa de Brianna Whalen, durante las horas de aquella noche de Agosto. Y es que luego de regresar de la tienda, en la que había tenido el trabajo suficiente como para no llegar a sentirse aburrida en ningún momento, decidió invertir su tiempo en la creación de nuevos diseños que, luego de un trabajo bastante rápido, pasarían a ser parte de una nueva colección de la firma Whalen, a ser exhibidos en la reconocida tienda “W Designs”.

De modo que, tomó sus cosas y se encerró en el estudio, el mismo en el que acostumbraba a realizar sus innovadores trabajos. Se sentó detrás del escritorio y se acercó al reproductor de música, para colocar uno de sus discos favoritos, que debía admitir, era de un grupo que había vivido sus éxitos durante el siglo pasado; y cuando la música comenzó a sonar, ella dibujó las primeras líneas de un nuevo boceto: el de un vestido de novia.

Estuvo trabajando en el estudio hasta que el reloj marcaba las diez de la noche y ella concluyó con lo que se había convertido en una serie de más de quince diseños nuevos. Hechos con la misma rapidez y originalidad que había empleado desde el primer momento que hizo un vestido. No había por qué negarlo: ella disfrutaba de su trabajo, por esa razón lo había elegido; era algo que lograba incluso divertirla y que se le antojaba perfecto para pasar el tiempo mientras no estuviera en cacería de un humano insulso o haciendo alguna otra cosa de provecho.

Pero la verdad era que, llegado a ese punto, no tenía nada más que hacer. Pensó en salir a dar un paseo por Seattle, pero finalmente decidió que era mejor quedarse en casa. Y si estaba en casa, sus actividades eran relativamente limitadas mientras no se encontrara trabajando en sus diseños, de modo que salió del estudio y fue hasta la sala de la casa, en la que se encontraba su televisor. Tomó asiento en el sofá, más que todo por continuar con la costumbre, y encendió el aparato. Comenzó a cambiar de canales buscando algún programa interesante.

Esperaba no arrepentirse por haber decidido quedarse en casa aquella noche.

Habían transcurrido unos pocos minutos desde que Brianna decidió ver un programa médico en la televisión, cuando el sonido del timbre llamó su atención. Ella había estado tan concentrada en el programa, que no había escuchado a nadie llegar frente a su puerta, y eso la sobresaltó un poco. No podía permitir que las costumbres humanas interfirieran de aquel modo en ella.

Se levantó y apagó el televisor, tal vez a la espera de que su nuevo visitante hablara y le permitiera reconocerle, pero eso no sucedió así que ella tuvo que concentrarse en su olor. Era un humano, probablemente un vecino, por lo que se permitió estar un poco más tranquila y menos expectante. Y es que no se trataba de paranoia, pero ya se había encontrado con tantos vampiros en la ciudad que pensaba que Port Angeles debería llevar el nombre de “Port Vampires”.

Abrió la puerta y se encontró con el señor Damon, su vecino. Un hombre de unos treinta y ocho años, que no desperdiciaba cualquier oportunidad para coquetearle, a pesar de estar casado y tener un par de niños. Un hombre, que ocupaba un puesto importante en la lista de personas que le servirían de aperitivo próximamente. Pero frente al que ella no podía hacer otra cosa además de tratarle de manera educada, así que le sonrió y ladeó la cabeza, fingiendo sorpresa ante su llegada.

—Buenas noches señor Damon, ¿en qué puedo ayudarle? —preguntó con voz suave y dulce. La que adoptaba en ese tipo de situaciones.

—Buenas noches Brianna… lamento molestarte a esta hora, pero necesi… —y eso fue lo único que escuchó la rubia. Y no porque el hombre se hubiera detenido, él continuaba parloteando, lo que sucedía era que Brianna había visto algo que no esperaba ver nunca más. Frente a su casa, se encontraba, nada más y nada menos que Brian Johann Whalen. Sí, su hermano mellizo.

Era él, no había dudas. Estaba sentado frente a su casa, al parecer, completamente tranquilo. Con su mismo cabello rubio y esa manera de ser tan engreída pero que a la vez estaba matizada con un tipo de dulzura que Brianna sólo pudo atribuirle a su vergonzosa decisión de convertirse en un vampiro vegetariano.

—¿Brianna? —preguntó el señor Damon preocupado por el estado de aparente ausencia que demostraba la chica en aquel momento. —¿Te encuentras bien? —.

—Sí. —mintió con ligereza, concentrándose de nuevo en su vecino. —¿Me repite sus palabras, por favor? —preguntó, imitando a la perfección las acciones de cualquier ser humano.

El hombre le informó que había ido a su casa para pedirle un poco de café, ya que el que tenía en casa se había acabado y ahora contaban con visitas a las que no podían servirle aquella bebida. Muchas explicaciones para su gusto, pero que le permitieron volver al hilo de aquella desabrida conversación. Por un momento estuvo tentada a golpearlo, sólo para hacerle perder la consciencia y dirigirse a la acera en la que estaba su hermano sentado; pero se contuvo porque si era cierto lo que había dicho, el hombre tenía visitas en casa y seguramente su mujer sabía que estaba frente a ella buscando el café. No podía darse el lujo de llamar tanto la atención. Así que le pidió al señor que esperara un poco y fue a la cocina en la que, gracias a su siempre precavida manera de actuar, guardaba cosas que cualquier vecino pudiera necesitar de repente (como en aquella ocasión); sacó un poco de café y lo vació dentro de la taza que el hombre le había entregado, para luego salir a su encuentro y despedirlo de manera acelerada, alegando que debía hacer una llamada telefónica de urgencia.

Pero cuando el hombre se fue, lo menos que hizo fue volver a casa. Por el contrario, salió de ella y cerró la puerta. Se detuvo con los brazos cruzados en el jardín y le dirigió una mirada envenenada a su hermano. Para luego, hablarle en un susurro, que sabía, él era capaz de escuchar.

—¿Qué se supone que estás haciendo aquí? —interrogó, llena de odio. Odio hacia aquel que se había hecho llamar su hermano y que había acabado con lo único bueno que ella tuvo alguna vez: su hermano Kevin.

Brian se acercó a ella con toda la arrogancia que era capaz de despedir, asegurando que no quería problemas. Pero había un pequeño detalle: a Brianna le daba igual si él quería problemas o no. Ella no quería tenerlo allí, así que si debía emplear todas sus fuerzas para que se fuera, lo haría. ¿Cómo se atrevía Brian a llegar hasta allí? Y peor aún, ¿Cómo era capaz de ser tan descarado como para actuar de aquella forma? ¿Acaso la conversión le había atrofiado el poco cerebro que tenía? ¿O la sangre de animales se había encargado de ello?

—Si no quieres tener problemas, da media vuelta y sal de aquí. No estoy dispuesta a recibirte ni a estar cerca de ti. —aseguró con voz firme pero que no llegaba a ser más que un susurro.

¿Qué clase de broma era aquella?

Pero lo peor no había llegado aún. Cuando Brianna pensó que había tenido suficiente, su hermano se acercó a ella con los brazos abiertos, dispuesto a abrazarla, advirtiéndole que el señor Damon podría salir a preguntar qué sucedía. Ella dirigió una mirada discreta hacia la casa de sus vecinos y los encontró asomados a la ventana. En ese momento se arrepintió por no haber golpeado a aquel viejo detestable. Tal vez se le hubiera quitado un poco lo chismoso.

Pero no abrazó a Brian. No se sentía capaz de hacerlo.

—¿Y qué harás si sale y nos pregunta qué pasa? ¿Lo atacarás? ¿Te beberás su sangre? ¿Tú, el inocente vampiro vegetariano? ¡Qué sorpresa Brian! No sabía que los vegetarianos actuaran de esa forma. —exclamó entre susurros, permitiendo que una sonrisa burlona se pintara en sus labios.

Que Brian le dijera que se había vuelto tan poco educada, era algo que a Brianna ni le iba ni le venía. A decir verdad, a su hermano le importaba muy poco si ella era educada o no, nunca en su vida humana le había importado, ella no entendía por qué tenía que cambiar ahora.

Lo miró y sonrió, alejándose un paso de él, mientras comprobaba que los Damon continuaran dentro de su casa. Al parecer el señor Damon no estaba muy convencido de que todo marchara bien y ella pudo ver que intentaba salir de su hogar, pero su sensata esposa se lo impedía. Regresó la mirada a Brian y casi rió cuando este mencionó a su esposo. ¿Su esposo? Él había pasado a otro mundo hacía ya muchísimo tiempo.

—Mi marido no está en una posición en la que se le permita opinar mucho. —se conformó con decir y en sus ojos, el brillo de una venganza consumada se hizo presente. —Pero, realmente, eso no es algo que te incumba. —.

Sonrió un poco más abiertamente, cuando Brian aclaró que él no haría nada a los Damon, que sería la misma Brianna, la encargada de hacerlo. Ella asintió sin remordimiento alguno y volvió a echar un vistazo a la casa de sus vecinos.

—Probablemente lo haga. Tienes razón: eso es lo que hago siempre. Pero, afortunadamente mis acciones no se verán afectadas por eso, a diferencia de ti. Porque si recuerdo bien, el que seas un vegetariano lastimero se debe al arrepentimiento y al sentimiento de culpa que “inundó tu ser” luego de cometer un asesinato ¿no es así? —preguntó sin dejar de sonreír, para volver a mirarlo a los ojos.

Escuchó lo que dijo, sobre comenzar a pensar en una excusa para explicarles a los señores Damon la presencia de Brian en aquel lugar. Ella se limitó a encoger los hombros y a fingir inocencia.

—¿Qué más puedo decirles? La verdad, obviamente. Que eras un viejo conocido y que llegaste ante mi casa sin siquiera avisar, que no eras bien recibido por aquí, pero que de todas maneras no querías irte. No puedo mentirles a los señores Damon, Brian. ¿Acaso no recuerdas que no se deben decir mentiras? —dijo sonriente, para asegurarse de que los vecinos no continuaban chismoseando. —¿Por qué? ¿A ti se te ocurre algo mejor? Algo que no implique decirle que eres un vampiro, claro. —le recordó divertida. —Y lo digo porque nunca se sabe con ustedes los vegetarianos. Se sienten tan humanos que son capaces de confesarle al mundo que son vampiros sólo para sentirse comprendidos. —agregó simulando algo de pena por ese tipo de vampiros, aunque realmente sentía vergüenza porque ellos se atrevieran a llamarse de esa forma, cuando sabía perfectamente, que eso era un insulto para los vampiros reales, como ella.

Brian le aseguró que se sentía orgulloso de haber asesinado a Kevin y eso hizo que Brianna se sintiera capaz de acabar con él en ese preciso momento, de hacerle todo el daño posible y llevarlo a una definitiva y dolorosa muerte, sin importar que las imágenes de su mellizo desmembrado y posteriormente incinerado, le hicieran sentir remordimiento alguno: Brian merecía abandonar este mundo y de la peor manera posible.

Pero no hizo nada, porque aquel no era el momento ni el lugar indicado para llevar a cabo semejante acción, además, era mucho mejor que Brian pagara “en vida” todo lo que tuviera que pagar, y que llegara frente a ella a implorarle que terminara con su patética existencia: algo que ella estaría encantada de hacer.

Así que se tragó sus pensamientos y le dedicó una sonrisa llena de orgullo a su hermano mayor.

—¿Por simple venganza? ¿Asesinar a Devin, por simple venganza? ¡Oh, por favor! No me digas que no tenías idea de la clase de hermano que tus padres te dieron, un resentido y malagradecido, caprichoso y testarudo, que no hacía más que estorbar en el mundo y que nunca supo apreciar lo que Kevin hizo por él… tan parecido a ti, tan fracasado e inútil, tan engreído sin razón y tan rebelde sin causa. Sólo basura de la que me deshice gustosa, porque no tienes idea de lo divertido que fue acabar con su vida. ¿Sabías que la última expresión de su rostro sólo reflejó miedo? Porque era un cobarde que nunca tuvo el suficiente valor como para tomar las riendas de la familia cuando tus padres nos abandonaron pero sí el suficiente descaro como para criticar lo que mi hermano hacía, porque simplemente sentía envidia hacia él. Devin era un estorbo que tenía que desaparecer y te aseguro Brian, que no tienes ni la más remota idea de lo orgullosa que estoy de haber puesto fin a su vida en el mundo, de modo que ¿Simple venganza? No querido, la muerte de Devin sólo puede ser catalogada como un acto de justicia para con el resto del mundo. No una simple venganza. —.

Y era cierto, porque si en un principio actuó impulsada por la ira y el resentimiento que le ocasionó la muerte de su hermano Kevin, luego tuvo que admitir que asesinar a Devin había sido lo mejor que podía haber hecho, pues la humanidad no se merecía a semejante escoria, por muy patética que dicha humanidad pudiera llegar a ser.

Pero Brian respondió a sus palabras sobre los Vegetarianos y Brianna no pudo hacer más que reír divertida. ¿Qué no se sentían humanos? Por favor si es que tenían una afición increíble por creerse samaritanos, todos debían tener una propia congregación en la Iglesia y cada uno llevar un cartel que dijera: “No como humanos, soy uno de ellos. Humanos y Vegetarianos unidos por una buena causa: la igualdad entre todos y la no existencia de los Carnívoros que sólo “viven” para hacernos daño”

—No sé por qué lo niegas, no sientas vergüenza de ser un vampiro fracasado Brian, quiérete un poco. —le pidió sin dejar de reír, para luego echar un nuevo vistazo a su alrededor y regresar la mirada a su, lamentablemente, hermano y dejar de sonreír. —¿A qué has venido Brian? —preguntó, decidida a conocer la razón que había llevado al rubio a su casa.

Perfecto, Brian y sus cuentos estúpidos sobre la escritura. Que si esto, que si lo otro, que si un lápiz y un papel. Realmente eso no le interesaba a Brianna, para nada, así que Brian bien podía irse por donde había venido, pues ella no iba a recibirlo en su casa, por mucho que a los molestos Damon les pareciera un buen chico o lo que sea. A ella le daba igual, él no era más que el asesino de su hermano mayor, no merecía un trato mejor. Es más, mucho hacía dejándolo con “vida”.

Pero él mencionó su tienda y eso hizo que ella volviera a mirarlo a los ojos. Sonrió, porque si aquella era una treta del tipo “Exijo mi parte de las ganancias porque también soy Whalen” quien saldría perdiendo sería Brian. Ella se había asegurado muy bien de proteger sus intereses y nada podía permitir que aquel, al que una vez le había circulado su misma sangre por las venas, pensara en arrebatarle al menos un centavo perteneciente a “W Designs”.

—Veamos Brian. Realmente no tengo y no tendré nunca tiempo para atenderte, a pesar de contar con toda la eternidad por delante, no pienso desperdiciarla en ti. Tengo cosas más importantes en las que ocuparme, así que si me permites… —dijo antes de sonreírle, encogerse de hombros y darle la espalda al que una vez fue su hermano, sólo porque un papel lo decía.

Entró en su casa y antes de cerrar la puerta, le dirigió una última mirada, comenzando a sentir que aquella no sería la última vez que iba a encontrarse con Brian Johann Whalen.