[+18] Bienvenida | 20 de Julio, 1 p.m. | Reservado

Mi sonrisa fue de suficiencia. Me gustaba tener a las personas a mis pies, perdidos, dependiendo de mi palabra.
-¿No me llevarás a la nasa? - reí - No te haré daño, tu sangre no saciará mi sed. No eres de mi tipo. Es una lástima, lo nuestro nunca funcionará.- dije sentada en el sofá luego de entrar por la casa a una velocidad imposible.
-Quiero ser tu amiga, no sé por qué, tienes cara de ser el niño que era golpeado por los demás, pero serás divertido, tu terquedad es irresistible para mi.
Quizás no quería ser su amiga, era sólo diversión. Amaba demostrar quién era. Mi primera vez revelando mi estado vampírico, en unos años el mundo entero amaría a esta vampira que soy, junto con su linda guitarra.
Ah! ¿Esos tales Vulturis? No los conozco, y siguiendo la teoría de mi nuevo amigo, no puedo creer en algo que jamás he visto. Que seguramente ni existen. Y si están verdaderamente por allí, pues que vengan. No les tengo miedo.

Todo en ella era una realidad diferente. Y sus ojos lo estaban viendo detalladamente.
-No voy a hacer nada que pueda dañarte anímicamente.
No sabía por qué había dicho esa frase y ahora se lo recriminaba. Si ella era invencible. Ella no sufriría si él le hacía algo, porque al fin y al cabo, no lo quería.
-Te equivocaste preciosamente... ¿Amistad? -levantó las cejas -Qué extraño. Pensé que querrías deshacerte de mí, más allá de eso de que dijiste que no era tu tipo. ¿Acaso tienes tipos de personas entre los cuales te alimentas? ¿Tanto controlas tu sed, vampiro?

Eso me hizo silbar mientras ponía mis ojos en blanco.
-Mi especialidad son los hombres infieles, humano. - lo medí con la mirada - Luego sus amantes, y si me quedo con sed o con ganas de más diversión, me voy por los animales. Tu no eres nada de eso, ¿siquiera tienes alguien con quien dormir esta noche? Seguramente dejarás de odiarme con tal de tener un cuerpo que abrazar. - mostré mis blancos y asesinos dientes - Y si, tengo cierto control sobre mi, 1965... ¿conoces esa fecha, profesor? Está muy alejada de ti, ¿verdad?

Su mente se llenó de sucios insultos. ¿Quién se creía para hablar así de él? ¿Qué le importaba la vida privada de los demás? Quería provocarlo y lo estaba logrando. No iba a dejar vencerse ni perder la calma por ella, era una razón estúpida para perder la cordura. Se mantendría como estaba, no podía mostrarle que ganaba. No iba a ganar.
-Qué agradable que no desees matarme. Entonces me pregunto por qué tienes tanto empeño en convencerme de tu condición de vampiro.
Que le diera explicaciones lógicas, eso exigía. ¿Para que se quedaba ahí cuando podía ir a disfrutar de sus víctimas infieles? Que fuera y que lo hiciera y que lo dejara en paz.
Al menos que tuviera una razón significativa para quedarse ahí. Con él. Si no era nadie para ella. Un simple humano del que ni siquiera se relamía de gusto.

-Diversión. No tengo sed. No tengo con quien divertirme, ustedes, los humanos, suelen ser muy divertidos. - corrí velozmente y lo atrapé para llevarlo a un lugar desierto de la ciudad.
Cuando llegamos encontré a una pareja de infieles, ella era su cuñada y no le importaba robarle el esposo a su hermana.
Jugué un rato con ellos viéndolos pedir piedad una vez que los atrapé del cuello y los dejé volar hacia un cesto de metal.
Al rato puse mi pie en el cuello del hombre, le sonreí y con un rápido movimiento le quebré los huesos de esa zona, a la mujer la golpee contra un muro de tal manera que tuvo una muerte súbita.
-¿Ves? Son divertidos.

Sus palabras el viaje, todo fue demasiado rápido.
Y luego aquello. La tortura a dos personas sólo por ser infieles. ¿Qué caso tenía? Lucahaba por algo. Erradicar la infidelidad. Y quería saber el por qué. Pero antes quería dejar de ser testigo de aquello, porque le provocaría una sensación horrible ver en las noticias que comentaran sobre aquél homicidio en el cual on se reconocían culpables.
-¿Podrías divertirte luego? Creo que tenemos que hablar.
Es pergunta sonó dirigida hacia un niño. Como un padre cuando debe retar a su hijo por las notas del colegio.
Además debía frenar la violencia. Aunque nunca podría cambiarla, sabía de antemano que sería inútil. Pero al menos la podría ayudar con eso de la infidelidad, siempre estaba dispuesto a ayudar a alguien que lo pedía a gritos.

-De acuerdo, tomaré otro juguete. Tu, eres lindo. Te quiero. Estoy comenzando a odiar a personas que se creen superiores como tu, gracias a ti, no sólo morirán los infieles, también los idiotas. - dije con odio en los ojos.
Cada vez que asesinaba a personas infieles, imaginaba que asesinaba a mi padre y a su esposa, eso me dolía, me quemaba, por eso mi deporte se hacía más sádico. Podría ser vegetariana, pero quería vengarme, quería matarlos. Agradecía a la vida poder encargarme de esos inmundos seres que odian a sus parejas y le son infieles. ¿Por qué? ¿Cuál es la razón?
Mi odio era infinito, y no dejaría de matarlos... continuaría con mi deber luego de asesinar al hombre que pretendía calmar a una asesina de alto riesgo, que podría en un segundo convertirlo de padre a víctima. Tal como lo había hecho una vez.

Bien, perfecto. Arruinaste todo. Listo, ya sabes qué va a pasar y qué tenes que hacer.
-Soy todo tuyo. Mátame. Bebe de mi sangre hasta que no quede ni una última gota. Tal vez lo merezca, manejé mi propio destino por un camino erróneo. Nunca debí haberte seguido el juego. Pero tu parecías demasiado adorable con tu locura de los vampiros. Lo suficiente como para engañar a un hombre joven que sólo desea el bien. Mátame, hazlo. No te arrepentirás, como no lo haces con nadie.
Que hiciera lo que quisiera. Que eligiera, para bien o para mal. El destino de Vince estaba en sus manos. Él no tenía armas contra ella. Si decidía vivir, no hubiera podido por más que lo desease. En cambio, si ella eligía que viviera, viviría.

Me gustó escuchar como dejaba su alma en mis manos...
Negué con la cabeza.
-No me sirves muerto, me sirves así. Tu me ayudarás. Tu serás de mi propiedad. Piénsalo así... soy el diablo y tu me vendes tu insignificante alma, después de todo, ya lo hiciste. - mostré mis dientes con una sonrisa - Puedo quitarte de este mundo en un segundo.

Tarde. Pensé mal. Soy un inútil fracasado... no debería dar clases, no merezco enseñar a nadie si ni siquiera sé defenderme de un simple vampiro... Encima, femenino. Un vampiro mujer. Es más fuerte que yo físicamente y psquícamente.
Trataba de adaptarse a la idea, no le había gustado las palabras de su acompañante. Todas y cada una de ellas había dejado una cicatriz.
-¿Ayudarte en qué? Soy un estúpido humano. Una persona como los demás, no como tú. He perdido todo... hasta la poca dignidad que tenía. ¿Qué quieres de mí, diablo? Dime vampiro, dime qué deseas de mí. ¿Por qué me haces permanecer en la Tierra?

-Ya te lo he dicho. No me sirves como alimento. Tengo muchos planes y tu me ayudarás. No es tan malo Port Angeles... ¿no es cierto? - sonreí - Vamos vamos, no voy a matarte si no me provocas, nadie te culpará... naci en 1965, me transformaron en 1985, haz la cuenta... y hay millones de los míos por ahí. Ahora, piensa: ¿alguna vez haz visto en las noticias algo sobre una persona asesinada por un vampiro? Somos muy cuidadosos, y todos ustedes están educados como tu me lo demostraste: No existimos, somos fantasía, somos historias estúpidas, somos la pesadilla de los niños que no quieren comer su brócoli. - reí - Me gusta tu actitud, llegarás muy lejos si te lo propones, aún así con tu inexistente carácter. Eres inteligente y más fuerte que muchos, no te asesinaré si te propones sobrevivir, si te propones salvarte... cuando me canse de ti, no seré nada más que una tonta leyenda para tus nietos.

-Bien.
Se rindió. Porque ya no sabía cómo seguir, no tenía sentido que lo hiciera, tampoco. Ella le iba a ganar, le gustase o no.
-Dime en qué voy a ayudarte. O al menos volvamos a casa, ya tengo frío -musitó mientras se cruzaba de brazos.
Además de que su casa se había convertido en un botín para cualquier ciudadano de Port Angeles que le gusta quitarle cosas a los demás. O en castellano, algún ladrón que quisiera robar.
Vamos niña... dame al menos una pista de que sigue a continuación.

-Pobre humano, te entiendo, de pequeña no me gustaba salir abrigada, terminaba como tu. - sonreí - Vamos a tu casa, te sentirás más cómodo. ¿Ves como te cuido? Podrías terminar resfriado, pequeño. - dije mientras posaba mi mano con fuerza en su espalda.
Mientras caminábamos decidí utilizar mi velocidad, no había ningún testigo y el chico estaba temblando, me irritaba, así que lo tomé de la mano y comencé a correr un poco más deprisa de lo que uno de su especie soportaría, de manera que me divertí al verlo volar prácticamente a unos centímetros del suelo. Frené en seco, lo miré, puse los ojos en blanco y lo quité del suelo para llevarlo a toda velocidad, a una imposible velocidad.
Cuando llegamos salté sobre la mesa quebrando sus patas y luego me encaminé hacia el sofá.
-Esto te costará un poco caro, intentaré buscar ofertas para que puedas costearlo. - reí - Deja, yo lo pagaré. - subí las escaleras a paso normal y me recosté en su cama aún empapelada por la mudanza - Quiero que, principalmente, busques un lugar en la sociedad para mi. Quiero ser alguien, socializar, tu sabes... tener acceso a nuevas víctimas. Conocer gente. También sé que hay otros de mi especie, necesito muchos de ellos, quiero ser famosa. - hice una mueca - Parece que hay una familia real - agregué comillas con mis dedos remarcando la palabra "real" - que busca a criaturas descarriadas, esas que no conocen los límites y quieren poner al descubierto la especie. - me senté súbitamente y apoyé mi brazo en mi rodilla - Matan a aquellos que no siguen las reglas. Va a ser divertido.- miré por la ventana.

Mientras ella daba su discurso buscaba una camisa y un suéter. Escuchó casi todo lo que dijo, pero se salteó ciertas partes porque aún no creía que estuviera pasándole tal cosa.
Ella tenía su verdad, un poco loca. O demasiado. Dudaba, de cada cosa que hacía él y que hacía ella.
-¿Familia real? -se el escapó un raisa y se arrepintió -Lo siento, es que... parece como si fuera una historia. Tienen hasta jefes, qué interesante -sonrió.
Se sentó a los pies de la cama y la miró fijamente. ¿Por qué creía que necesitaba algo para ser famosa? ¿Es que no contaba su belleza, sus habilidades, que le hubiese contado a él un supuesto secreto? ¿Es que son todos así los vampiros? ¿Es un vampiro en verdad? Ahora dudas... nuevamente
-Te ayudaré. Aunque no comprendo por qué alguien debe ser culpado por ser infiel... Está en la natualeza del hombre ser egoísta -se levantó y se arrodilló en el suelo para tener su rostro más cerca de el de ella -¿En alguna vida tuya te han sido infiel?
Se jugaba la vida. ¿Acaso tenía sentido? Él se estaba volviendo loco. Había tenido ilusiones demasiado reales. Estúpidas ilusiones sobre vampiros y habilidades irreales.
Sentía que era la primera vez que ninguna de sus propias hipótesis lo convencían lo suficiente.

Eso me enfureció.
De repente no sabía si contestarle o matarlo.
Lo tomé del cuello y no dejé que respirara por varios segundos lanzándolo al suelo luego.
-No a mi... - dije volviendo a ver por la ventana - A mi madre. - me acerqué a él que estaba tirado en el suelo por mi fuerte empujón, lo levanté y lo senté a mi lado - Mi padre le fue infiel a mi madre y la asesinó... - no quería comentarle que había sido la inocente Olivia de esos tiempos la que le había comentado a su madre de la doble vida de su padre.

Su cuerpo voló y aterizó en el suelo, no pudo levantarse hasta que Olivia lo hizo por él. Sentía un fuerte dolor en su espalda -ya herida ateriormente-.
No entendía cómo hacía para ser tan fuerte y soportar aquello. ¿Cómo podía tener tanta frialdad la hablar de su madre? Sabiendo lo que había sufrido. Su instinto protector fue más fuerte que su razón.
-Lo siento -estiró su mano e intentó rozar la de ella sin pensar las consecuencias -Debe haber sido terrible... -envolvió la mano de ella con la suya. No, no estaba pensando en absoluto -¿La extrañas mucho, cierto?

Miré su movimiento.
Mi mano entre las suyas.
Me quedé unos segundos reparando en ello.
Y rei luego mostrando mis dientes.
-Si, fue terrible. -dije helando la expresión de mi rostro en un segundo - Y más si tienes la culpa del hecho... - comenté como ausente - Pero no la extraño, esté donde esté... ya no sufre más. - esta vez le sonreí con sinceridad y sin intención de mostrar la amenaza que era - Además, el maldito asesino ya pagó con su sangre... - retomé enfurecida.
Luego levanté mi mano llevando al aire la de él y acerqué mis fríos labios a su piel, hice que ésta rozara mi mejilla y en cuestión de segundos yo estaba encima suyo en la cama. No tenía intención de nada. Era muy bueno, muy inocente. No merecía daño alguno, pero yo necesitaba volver a mi realidad, a ser la ruda Olivia.

Si hubiera sido otra joven, si hubiera sido otra situación, hubieran pasado otras cosas. Hubiera sido el perfecto instante para únicamente susurrar su nombre. Pero no.
Colocó una de sus manos en su cintura para sostenerla. Le parecía atractiva, no podía negarlo. En ese momento estaba demsiado embelesado como para recordar de su dilema con los vampiros.
-No creo que hayas tenido la culpa -utilizó su otra mano para acariciarle el rostro -Tu padre cometió errores, muchos más de los que debería. Pero nadie puede otorgarte la causa de dichos hechos... si las cosas sucedieron fueron por alguna razón. Y está aquí.
Descendió la mano que tenía en su mejilla para acomodarla donde le latía el corazón. O donde él creía que provenían sus inexistentes latidos.

El niño sabía de esos juegos.
Eso me hizo sonreír liberando un suspiro con aroma a fresias.
-Ahora que estamos así... ¿los infieles merecen morir? - rei - Vamos, pequeño, eres muy influenciable. Pero eso me gusta. - me arrodillé sobre sus piernas - Y no tengo corazón. Eso sí lo perdí hace rato... como otras cosas. - solté una risita pícara mientras posaba mi cabeza sobre su pecho - Ya. Sinceramente, no busques ni latidos, ni corazón, ni amor, ni sentimientos en mi. Me caes bien. Te lo he dicho, si pretendes un amor real, verdadero, únicamente unido por nuestros... por tu corazón... - razoné - entonces pide piedad o anímate a seguir con una relación vinculada con lo que te he comentado antes y con... el deseo. - susurré sobre su cuello para estremecerle la piel - Pero no creas que tus bonitos ojos azules permitirán que deje de asesinar. Si me amas, me amas así con mis vicios y mis dientes ensangrentados. - tomé su mano y le mordí uno de sus dedos, en el cual al cabo de un instante brotó una gota de sangre.

Pasó por alto aquella acción cerando los ojos. ¿Qué él la amaba? ¿Qué clase de ridículo comentario era ese? Él nunca podría enamorarse de una joven vampiro que era totalmente opuesta a su estructurado ser. Pero por alguna extraña razón sentía que...sentía que la quería. Inevitablemente, más allá de si quisiera admitirlo o no, algo le atraía de ella. Pero no podía definir qué era lo que más le gustaba... ¿sería su carácter, su actitud para con él, su belleza?
Con una de sus manos le corrió el flequillo para darle un beso en la frente. Permaneció unos instatáneos segundos chocando sus labios cálidos contra el frío que emanaba. Luego volvió a abrir sus ojos y la miró fijamente.
No quería equivocarse. Necesitaba ser cuidadoso con sus palabras.
-Tal vez no tengas el órgano del corazón. Pero tú eres capaz de sentir. Estoy seguro de ello -le dijo tratando de contener cualquier instinto primitivo -Si te amara, no me importaría vivir en tu mundo -musitó -Si te amara no intentaría cambiarte.
¿Pero es que acaso te amo?
-Amarte... -un susurro perdido en el aire -¿Crees en el amor a primera vista?
Tal vez su experiencia con chicas no lo ayudara, tal vez estuviera haciendo todo al revés. Pero poco le importaba. Ahora vivía el presente. Ese instante, sólo ese instante en que la pudiera tener entre sus brazos. Tal vez sólo hoy y ahora.

Me sorprendió esa acción.
Creo que era la primera persona en décadas que me brindaba cariño.
Si, estaba Neil y los demás. Incluso Frank fue alguna vez uno de ellos. Pero ¿cariño? ¿Qué era eso? El único cariño que había obtenido había sido el de mi madre, ni mi padre me amó cuando todo iba aparentemente en marcha.
Después, olvidé lo cálido de un beso, la seda que contenía una caricia, el resguardo de un abrazo. Mi vida se basó en lujuria, sexo, pasión.
Los únicos besos que daba los tomaba como boleto para una noche de placer. Nada más.
Y él. Ese estúpido humano... y su muestra de cariño.
No quería nada de él más que diversión. Quería aprovecharme del humano, del frágil humano.
Pero a la vez quería sentir lo bello del amor.
Bah.
Al segundo, gracias a Dios, logré aburrirme.
Vamos. Parecía una hippie en medio de la pradera deshojando margaritas y... ¡Oh! ese maldito humano estaba ahí, desnudo como Adán brincando de a poco intentando llegar al arco iris que se encontraba detrás.
Rei internamente ante esa imagen.
Luego sus palabras: eran tan dulces. Nunca me gustó lo dulce. No gracias.
Quería buscar mi corazón para llegar a mi perfecto cuerpo.
-Cariño, no necesitas esto conmigo. ¿Qué no ves? Soy más fácil.
-Qué consuelo. - dije irónicamente - Y aunque quisieras, no podrías. Ya me gustaría a mi dejar de ser... esto que soy. - saqué la lengua a modo de asco.
Me acosté a su lado, boca arriba me quedé mirando el techo esperando sus próximas palabras.
Esperaba que fueran mucho más excitantes, porque eso de los sentimientos y blah blah blah... no me lo creía.
-No. No creo en el amor en verdad. La única vez que me "enamoré" - gesticulé a modo de comillas - todo terminó mal. Todo... - suspiré - nada fue bien. Yo terminé así, él peor... y por mi culpa. - rei - Todos terminaron mal por mi culpa. Lindo, si no fuera que me eres atractivo por tu forma de ser, me iría para que un avión no te aplastara. - alcé mis manos a lo alto e hice formas con ellas cerrando un ojo para agudizar mi vista - ¿Tu? ¿Tu si crees? - reí bajando de un golpe mis brazos - Eres patético. Mírate. No crees en vampiros cuando están rodeándote y sí crees en el amor. Vamos. Eso sí que no tiene prueba. Porque eso sí que no existe. Eso sí que no existe... - terminó mi frase en un susurro perdido en el aire mientras mi vista se internaba en el blanco techo de la habitación.

No podía creer lo que le estaba diciendo. ¿Cómo podía alguien no creer en el amor? El amor todo lo puede. Amar es el placer más hermoso del alma.
-¿Te estás escuchando? Estoy de segura de que la pequeña que alguna vez vivió en ti estaría muy en desacuerdo con esa idea. El amor no es malo, ni feo, ninguna característica negativa. Porque el amor busca la belleza, la bondad y la sabiduría.
Sócrates... Recordó a aquella profesora que tanto adoraba quién el había enseñado los princiios de Sócrates, y enseguida había sabido que la filosofía era, definitivamente, lo suyo.
Volvió a concentrarse en la vampiro. En la supuesta vampiro.
-El amor buscará siempre la perfección, la que deseamos alcanzar tanto tú como yo -comenzó a desviar su pensamiento a sus propias conclusiones -Y es ridículo que te desentiendas de ese maravilloso sentimiento porque algo malo pasó cierta vez. El mundo está lleno de injusticia, desigualdad, y demás, y no por eso perdemos la esparanza.
Finalizó mirándola. Habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo... y esa carita parecía querer algo. Algo que él aún no podía descubrir.

Mientras escuchaba su sermón, mis dedos iban de aquí para allá como siguiendo la melodía de sus palabras.
-¿Finalizaste? - lo miré fijamente a los ojos dejando de ser el personaje que interpretaba Olivia Rush - Primero, no hay pequeña. Tu tienes cara de ser el chico bien, el que no necesitó mover ni un dedo para conseguir todo lo que tiene, pero aún así sé que buscas más. En fin, ese es otro tema. - mis dedos seguían ahora mi musical voz - A la vez, mi vida no fue así. Jamás fui pequeña. - subí mi remera un poco dejando al descubierto mi piel y golpetee sobre mi estómago con mis dedos - Con respecto al amor... ya leí Sócrates. - lo miré demostrándole que una vida llena de drogas y sexo no me impidieron aprender - Y lo odio por esa misma estúpida frasecita. ¿El amor? - rei - ¿Bromeas? Vamos. No existe tal cosa. Las únicas dos personas que pude llegar a "amar" - otra vez las comillas en mis manos - fueron mi madre y un joven. Los dos están... ¿cómo? Ah ah ah, bien bien. Muertos. Exacto. ¿De quién fue la culpa? Eres inteligente, si si. Mía. - mis palabras eran similares a las de una madre explicándole tranquilamente a su hijo algo que le era difícil de entender - De existir el amor, ellos no me habrían abandonado. Es decir, de existir el amor... nadie impediría que éste pudiera manifestarse. ¿Y yo pude manifestarlo? Pues no. Entonces, pequeñín, tu que siempre buscas razones lógicas. Esa misma es mi razón. Lo que demuestra que el amor ¡NO EXISTE!
Me apoyé sobre mis brazos sosteniendo mi espalda comenzando a levantar mi voz.
-¿O si? - esta vez acerqué mi rostro y mis labios probaron los suyos.
-¿Alguna vez amaste? Digo... ¿eres capaz de apoyarte en tu propia experiencia más que en principios filosóficos? ¿Qué tan bueno eres amando?
La velocidad había recobrado su fuerza nuevamente. Todo iba rápido y me había decidido a volver a ser la Olivia que me había propuesto. Esperaba que el humano no arruinara mi actuación.

Y en ese instante lo embriagó el aroma a fresias de ella, cuando pudo sentir sus helados labios contrastando con la tibieza de los propios. Todo iba a una velocidad que él hubiera preferido evitar. Pero sólo sabía una cosa: me necesita.
-Mediante la experiencia intentas llegar a la teoría. Sí, una vez lo intenté, y sí, las cosas salieron mal. Pero... ¿Renunciarías sólo porque el resultado no fue el esperado? ¿Te rindes sólo porque ellos dos no están contigo? ¿Y por eso te obligas a no amar a los otros? -no sabía si ese era su punto débil; pero podría serlo tranquilamente -¿Tienes miedo? ¿Tienes miedo de volver a perder a alguien que ames? -la miró fijamente buscando en sus ojos la respuesta.
Y ésta era evidentemente que sí. O al menos eso pensaba Vince. Confía en mí, no quiero dañarte. No voy a dañarte...

Rei pensando que el chico estaba totalmente perdido en una nebulosa de sueños de amor.
-No puedo amar... no puedo amar... no puedo amar... - cerré mis ojos - No puedo amar. ¿A quién? ¿A ti? Tu maldito destino es casarte, tener hijos, sufrir, envejecer. La vida. Ya lo sabes. - en menos de dos segundos me encontraba frente a la ventana de la habitación - Creeme, de no haber sacado este tema, recordarías por siempre esta noche como la mejor de tu vida gracias a un vampiro. ¡Qué imbecil eres! Ahora haremos filosofía. - suspiré - Y no tengo miedo. No tengo sentimientos. No siento nada. Sé lo que dirás. Que lo niego. Que me miento a mí misma. Que no quiero reconocer que soy débil. Que me hago la fuerte. - lo miré nuevamente - Pues no. No tengo miedo. No soy débil. Tampoco soy fuerte. Sólo soy. La chica que no cree en el amor. Ni necesita. Un vampiro no puede amar. Por eso busco diversión.
Me senté en su regazo y le acaricié el rostro, pensativa.
-Eres bueno, pequeño. Eres muy bueno. No te haré nada. No quiero tu ayuda. Demostraste lo que pocos... perdón. Lo que nadie hizo. Fuiste valiente y no tuviste miedo de abrir tu corazón. Eso no lo hizo nadie. Y tengo siglos de edad, puedes creerme que nadie lo hizo. - rei de nuevo - No imaginabas a esta Olivia... ¿eh? Quizás tu filosofía fue la responsable de su nacimiento. Aún así sigues siendo atractivo. - le tomé el mentón y froté mi nariz con la de él - Y vendré a buscarte pronto... te llevaré a la eternidad. - me senté sobre sus piernas más cómodamente, esta vez de frente a él y enredé mis brazos en su cuello - Serías un excelente vampiro.