[+18] Bienvenida | 20 de Julio, 1 p.m. | Reservado

Olivia...
¿Por qué? ¿Por qué no podía con ella? ¿Por qué insistía tanto en sumirse en tal depresión? ¿Es que acaso tenía algún sentido perderse de todo por creer que no tenía sentimientos?
Apoyó su frente cntra la de ella.
-¿Para qué quiero la eternidad? -preguntó y se despegó de ella tomándola por sus muñecas -¿Es que no te cansas de esto? ¿De lo mismo siempre? ¿No te aburres de los hombres? -sacudió la cabeza negando y suspiró -Olivia... ¿Quién te ha hecho tanto daño? Deja de creer que el ser vampiro te limita. Nada limita a nadie. Somos libres... a pesar de las consecuencias de nuestras acciones, sí, pero al fin y al cabo somos libres -le tomó las dos manos y centró sus ojos en los de la vampiro -Deja de actuar consecuente de leyes invisibles.
Bajó su mirada y la soltó de las manos. Cerró sus ojos unos instantes como meditando y luego añadió:
-¿Eso es lo que quieres que me suceda? ¿Que me vuelva un vampiro que no cree en lo más preciado que tiene una persona? Prefiero vivir lo que dure mi vida, que sea una vida imperfecta y llena de errores. Eso antes que convertirme en un ser que desprecia lo más gratificante que le pueda suceder a un ser humano, o a un vampiro. Dime, ¿Qué es mejor? ¿Otra insignifcante noche con otro hombre más? ¿Algo efímero? ¿O la posibilidad de alcanzar el amor y la felicidad? Si tuviera la posibilidad de darle a alguien la eternidad, se la daría a la persona que ame y que me haga feliz tanto como yo a ella. Así sí valdría la pena existir siempre.
Vampiros, amor, eternidad. Sólo tres conceptos. O los conceptos. Ya no le imortaba si era un vampiro o no. Sólo quería estar allí para ella. Porque sabía que lo necesitaba, aunque se negase. Pedía a gritos alguien que le diera el cariño, que le había faltado en tantas... tantas décadas.

Me solté.
No me gustaron sus palabras.
Se hacía el superado.
Aún así me agradaba.
Corriendo fui al piso de abajo a buscar algo. Volví en menos de un minuto con unas sábanas y lo miré arqueando una ceja.
-Sin sábanas no es lo mismo... - sonreí divertida.
Me caía bien, me gustaría ser su amiga.
Lo empujé y lo tiré al suelo, sin hacerle daño.
En cinco minutos la cama estaba lista.
Habría tardado menos de recordar con claridad cómo se hacía una cama.
Y luego me acosté en ella, tapándome hasta el cuello, como si tuviera frío.
-¡Qué lindo era ser humana! En esos tiempos era como tu. Buscaba diversión, pero detrás había una esperanza. De que un príncipe azul me pidiera que dejara las drogas y el sexo descontrolado para ir a su palacio con él. - golpee la cama a modo de invitación - Tu podrías haber sido mi marido de ser ahora humana. - rei - ¡Ven, cariño!
Me acosté de costado esta vez para mirarlo fijamente.
-Digamos que no me niego al amor. ¿Quién querría estar con un vampiro? Todos los de mi especie son como yo. Algunos más buenos, otros más malos, vengativos, generosos, humildes, bondadosos, malditos... lo que sea. Ellos no pretenden formar... algo. - no sabía cómo llamar a eso - ¿Y humanos? Están todos destinados a lo que dije antes. - suspiré - No me molesta la soledad. El dolor. Sufrí mucho. ¿Qué le hace una mancha más al tigre?
-No puedo amar a un humano porque no podría conocer a alguno sin matarlo antes. Un humano no puede amarme porque no se atrevería a vivir algo conmigo. No llegaríamos a nada. Y de llegar... no lo transformaría en esto que soy. Ni loca. Es condenarlo a una eternidad de nada. De abismos. Sería egoísta. - rei irónicamente . Sé que es egoísta asesinar, pero prefiero asesinarlos y condenarlos a una eternidad llena de paz a ... esta clase de vida, si así se le puede llamar. - me acomodé de nuevo mirando al techo y soplé mi flequillo - Además soy muy celosa, lo sabes. Y desconfiada. No podría confiar en nadie. Nadie me amaría... nadie lo haría... nadie tendría por qué hacerlo.

No había manera alguna de hacerla entrar en razón. Que baja autoestima que tiene... Se abalanzó sobre el sector libre de la cama, ubicándose boca abajo pero con los codos sobre el colchón de forma de mirarle la cara.
-¿Eso significa que voy a morir? Ya que dices que no conociste un humano al que no mataras... No creo que los humanos seamos tan cobardes para alejarnos de ti y tenerte miedo. Al menos yo no estoy pidiendo piedad en este momento -proseguía con su vista fja en ella -¿Ves? También crees que no deberías darle a nadie la eternidad. Site arripientes tanto de ello, ¿Por qué no haces nada por mejorarlo? ¿Prefieres estar sola sufriendo o intentando sonreir y que no sea por el extásis que te provoca el consumo de alcohol, entre otras cosas? -se apoyó sólo en uno de sus brazos y con un dedo de su otra mano le acarició la nariz de punta a punta al tiempo que decía: -¿Por qué no te dejas amar? -siguió jugando con su dedo, concentrado.

-¿Y con quién hacerlo? ¿Dejarme amar por quién? Pequeño, no conoces nuestra vida. Todos los vampiros pensamos igual. Hay distintos tipos de los de nuestra especie, y yo soy un estilo único. Elegí el mal intentando hacer el bien. Asesinar para mejorarle la vida a una mujer desafortunada con un maldito marido. Sufrí demasiado. Y no quiero que nadie más lo haga. ¿Quién podría amarme? No es una mala visión de mi persona, sólo es la verdad. Encuentra al amor de mi vida y te daré un beso. - cerré los ojos y dejé mis labios listos para besar - Pero estuve siglos pensando en eso y llegué a la conclusión de que puedo estar sola. No moriré por ello. No debes ser mi cupido, entiéndelo. Vamos. Dime. ¿Quién sería capaz de amarme? ¿Quién en este mundo dejaría todo por mi? - reí - Ven. Métete en la cama conmigo, tengo frío. - retomé irónicamente.
Me gustaba hablar con él, era interesante.
Inteligente.
Valiente.
Débil como todo humano, pero valía la pena perder tiempo con él.

Cualquier humano del género masculino hubiera hecho cualquier cosa en esa situación menos lo que hizo Vince. Se quitó los zapatos y su suéter y como un niño bueno se metió bajo las sábanas aunque le producía calor.
¿Por qué insistía con que él tomara a delantera? No iba a hacerlo. O tal vez sí. Aunque si se equivocaba, perdería cualquier tipo de relaicón que podría haber formado con ella. Y si seguía dándole vueltas al tema, ella terminaría creyendo que no le interesaba más que emparentarla con alguen más. Cobarde, eso soy.
Se acercó a ella. Fin de la discusión. O actuaba y se atenía a las consecuencias, o se moriría como un cobarde que no prueba por miedo a perder. Y estaría negando sus propios principios.
-Tal vez quieras matar dos pájaros de un tiro -la besó, pero fue fugaz -O tal vez prefieras prescindir de mí -ahora le dio un beso en la nariz y la volvió a mirar, sonriente.

Sonreí como una estúpida adolescente enamorada.
Aunque no sentía nada por él. Sólo un vago cariño por ser el único humano que se atrevió a quererla un poco, como amigos o algo más, eso no lo sabía pero el chico se jugaba la vida en ello.
Eso me sorprendía.
Era tan débil pero no se negaba a nada.
Quizás era un acto de sabiduría. Si no puedes contra el enemigo, únete a él.
Sea como sea el chico estaba a mi lado y no podía desaprovechar el momento de perderlo. Sería- pase lo que pase -una linda experiencia, tanto como si terminaban enredados en las sábanas o pasaban horas tratando de jugar al ajedrez. No quería perder el momento.
¿Por qué? Ni yo misma lo sabía.
No lo amaba, no me gustaba, apenas me atraía. Pero su valentia en lo profundo de sus ojos cobardes me tentaban.
No lo mataría, no lo usaría. Lo protegería de cualquiera que quisiera hacerle daño. Le demostraría que había conseguido a una amiga que estaría siempre para él.
Lo peor de todo: no sabía por qué hacía esto.
Seguramente sería el Liam o Neil de Los Angeles, pero un poco más civilizado.
Una vez debajo de las sábanas, lo abracé por debajo de su camisa y luego hice arabescos con mis dedos sobre su espalda, mirándolo fijamente.
-¿Qué sucede contigo? Pareces tan civilizado, pero te metes en la cama con una desconocida. Con una asesina. Pretendes ayudarme. Buscas algo en mi. Eres tan lógico. Tan racional. ¿Qué haces aquí? Más allá de que soy una máquina asesina. Antes no te dejabas ganar tan fácilmente. ¿Qué ha pasado ahora? ¿Te uniste al enemigo? - me mordí el labio inferior - No puedo creer que estemos aquí hablando. No sé cuál es el objetivo de una cama más allá del sexo... - rei esparciendo todo mi aliento sobre su rostro.

Le produjo un cosquilleo interno sus frías manos bailando en su espalda algo dolorida. Le resultó divertido que se mordiera le labio inferior, pareció nerviosa o quería tratar de esquivar la situación.
-Creo que es un poco tarde para la coherencia -sonrió -Me preocupas tú más que mi propia muerte... ¿Enserio crees que es lo único que se puede hacer una cama? -le preguntó entre divertido y cansado, agobiado de que no creyera más que en esas estúpidas cosas banales -Shh... -colocó su dedo sobre los labios de la joven para frenarla y que no hablara -Limítate a escuchar...
De fondo, se sentía el viento silbar entre las copas de los árboles. Y luego su voz volvió a resonar en la habitación.
-He perdido todo a esta altura, Olivia. La dignidad, la entereza emocional, el control sobre las hormonas, y la lógica. Pero aún me quedan muchas sonrisas -sonrió y la abrazó contra sí fuertemente, sólo para recordarse a sí mismo que estaba vivo. Aquí y ahora.

Sentí el calor de sus brazos apoderándose de mi.
Un niño, débil, apoderándose de mi.
Muchos habían recorrido mi piel, demasiados se la sabían de memoria. Pero eran hombres. Hombres decididos. Seguros. Que tenían experiencia en este tipo de juego. Y él... él evidentemente era nuevo en todo esto y esperaba de mi... ¿qué esperaba de mi?
-Puedo escuchar muchas más cosas de lo que tu escuchas... - rei divertida mientras acercaba mi rostro hacia su cuello - Puedo sentir el sonido que tu sangre hace al recorrer tus venas... - bajé hacia su pecho y comencé a besar la piel que estaba al descubierto por su camisa - Tu corazón.... - enredé mis piernas con las suyas - Incluso el mudo movimiento de las sábanas... - sonreí tranquila y acaricié su cabello con mis dedos - ¿Qué es lo que quieres? - la piel de mi rostro acariciaba la suya - ¿Por qué intentas ayudarme? Sólo tienes que ayudarte a ti mismo, cuidarte de mi... - le besé los párpados - Igual no te haré nada... pero me sorprendes...

Cada cosa que ella pudiese hacer lo tomaba por sorpresa. Pero sin embargo le agradaba que fuera tan cariñosa. Algunas cosas no estaban saliendo tan mal...
¿Qué por qué te ayudo? Rió internamente, no estaba en su mente la idea de arruinar el momento. Suspiró. Parecía como una niña, nunca dejaba tener preguntas.
-¿Por qué no habría de ayudarte? ¿Por qué debo ser cómo todos los otros y caer rendido en tus brazos, dejarte ser mi dueña? No me interesan esas cosas... -le acarició el cabello -Me duele ver que has renunciado a la vida. Que te resignas a amar, a extrañar, a dar la vida por alguien más. Me duele saber cuánto sufriste y cuánto sigues sufirendo por que no te dejas querer. Déjame cuidarte, déjame quererte -rodeó el rostro de ella con sus manos -Descartaste todas las razones por las que vale estar vivo... -de pronto, se dio cuenta de lo que podría estar haciendo -¡No! -gritó y la separó de sí.
Estaba haciendo todo mal, estaba equivocandose demasiado. Iba a terminar haciendo algo que no tenía que hacer, iba a terminar dañando lo que ella era. Ya lo había hecho una vez y no lo volvería a hacerlo nunca más. No podía volver a hablar de esa forma con ella, nunca más. Él no tenía razón, él no podía jugarse y que justo es vez, ella quisiera hacerle caso. Olivia era demasiado cambiante... si se le ocurría seguir sus principios, lo arruinaría todo. Sería aún peor. No podía permitir que ella siguiera ninguna de sus palabras, ninguno de sus principios. No. Ella debía ser ella.
-Lo siento. No, no me escuches. Síguete a ti misma -la acercó de nuevo hacía sí -Lo siento, lo siento -le besó la frente reiteradas veces.

-Pareces mi padre... - rei y alejé mi rostro y quité sus manos lejos mío - pareces mi padre... - rei de nuevo mientras seguía intentando besarme la frente - ¡Detente!
Me di cuenta de lo que estaba diciendo.
Mi padre.
No quería escuchar jamás esa palabra. Padre. Nunca había tenido uno ni quería tener una figura paterna, ni siquiera de un niño indefenso.
-¡Detente! - grité más fuerte y salí disparada de la cama para golpear contra la ventana la cual estrelló en una lluvia de vidrios que no lograron herirme.
-Nunca pensé que esto pasaría... - cerré los ojos para aclarar mi mente - nunca pensé que... esto no iba a pasar... - suspiré - no voy a hacerte daño. ¿De acuerdo? No te usaré para ningún fin... ¿Está bien? No volveré aquí a molestarte. No... No necesito tu ayuda ni tu la mía. Estaré cerca para verificar que nadie te haga daño y te defenderé si eso sucede, pero no haré más nada. - cerré mis ojos llevándome la mano hacia mi frente y rei cansada - Nunca me había marchado de la cama de alguien sin hacer nada antes... - me dejé caer de rodillas sobre los vidrios - Tu eres un niño que quieres ayudar a un vampiro perdido que jamás llegará a nada de lo que tu esperas, ya lo entenderás. No te haré caso digas lo que digas... Tu no eres mi padre. Tu... tu no lo eres... Nadie lo ha sido... nadie... nadie...

-¡No, no, no! -gritó mientras salía de la cama y corrió hacia ella. Movió con sus manos los vidrios que había en el suelo, se arrodilló a su lado y la abrazó. No evaluó nada de lo que hizo con anterioridad, estaba siendo espontáneo, improvisando sobre la marcha.
-Tranquila Olivia -susurró.
La veía tan indefensa ante los acontecimientos de su pasado. Ella parecía poder contra todo, excepto eso. Su ayer no estaba más que plagado de una realidad que no soportaba. Se ponía un caparazón ante el mundo para esconder todo lo que en verdad sentía. Dolor.
Le faltaba cariño, contención. Ella insistía en que era culpable de todo, en que no había amado más que a dos personas. Se dejaba cegar por el dolor. Era más fácil mentirse a sí misma y convencerse de que nada existía que lidiar contra ello.
Llevaba esa vida sólo para olvidar. Y él lo sabía, y no se permitiría nunca volver a verla así.
-No necesitas irte si no lo deseas. No reprimas tus sentimientos. Libéralos -se separó de ella y la miró -No necesito que me cuides, no me importa morir. Me importas tú -la tomó de las manos -Haz lo que deseas. Sé tú -la soltó y se alejó hasta la punta de la habitación para sentarse contra la pared. Respiró hondo y luego permaneció mirando sus movimientos.
Por favor Olivia, sé feliz.

No dejaba de sorprenderme.
¿Era suicida o algo así?
¿No se daba cuenta del peligro que corría?
Cuando me abrazó me sentí simplemente bien.
Era fácil hacerme feliz, creando una lucha, insultándome o queriéndome.
Pero la felicidad era nueva cuando alguien me demostraba cariño.
Se fue del otro lado de la habitación y me quedé mirándolo fijamente con un signo de interrogación en mi mirada.
Me sentía calma, hasta débil incluso. No quería levantarme. No quería ser vampiro esa vez. Así que me acosté sobre los vidrios y esperé que de mi espalda brotara sangre.
-¿Estoy sangrando? - le pregunté mientras levantaba un poco mi cabeza para verlo hasta que la bajé haciendo un fuerte sonido, que cualquier madre llevaría a su hijo urgentemente al médico de sentirlo.
Y rei. Rei. Rei. Rei. Rei.
Tristemente rei.
Me acurruqué de costado y tomé mis piernas mientras miraba de reojo los objetos cortantes que se encontraban a mi lado.
-Constantemente soy yo. Sé a lo que vas. Quieres que sea la Olivia que hay detrás de mi. Pero la estoy escondiendo de todos, espero a que llegue quien sea capaz de enfrentarse con esta Olivia que ves y luego tome prisionera a la otra que tanto guardo en lo profundo de mi ser. No vas a sacarme ese tesoro por más que me abraces. - rei - ¿Por qué pierdes tiempo conmigo? Tu orgullo bastaría para que me fuera. - me senté de golpe y lo miré - Échame de aquí con tu orgullo. Quiero irme pero tu no me lo permites con esa... parte atractiva tuya. No eres bonito, no eres fuerte, no eres sensual. Pero algo tuyo me atrae. Tu inteligencia, tu agilidad mental, tu capacidad de amar, tus ganas de ayudar. Me divierte en cierto modo, y disculpa por lo que diré... que quieras protegerme... protegerme de mi misma. Me gusta y me divierte que un débil humano intente ayudarme, salvarme, cuando la única que puede sacar las papas soy yo. - mostré mis dientes en una gran sonrisa.
Luego me arrodillé y comencé a caminar por el suelo en cuatra patas hasta llegar a su lado y sentarme frente a él y buscar algo en su rostro.
-¿Por qué me quedaré aquí contigo y vendré a verte cada vez que te necesite? Cada vez que necesite hablar... Sólo quiero que me esperes desnudo en la cama y sé que la próxima vez que me aparezca por aquí esperaré tus palabras... ¿Por qué no puedo acostarme contigo?

¿Por qué? ¿Por qué ella era así? Y así la quería. Con sus mañas y sus locuras, con sus cosas buenas... y las malas. A ella le divertía, y eso era aún mejor, nunca se perdonaría tratar de cambiarla. Él sólo buscaría que reluciera el lado oculto que tenía, la otra cara de la moneda. Necesitaba convencerla de que era una niña indefensa, que él sería su tutor. No. Él sólo la ayudaba a buscar la verdad, su verdad.
Si ella se divertía, entonces él también.
-¿Y por qué no me lo propones? -con un movimiento rápido y delicado, la tomó de las muñecas empujándola contra el piso y quedando a sólo centímetros de su rostro -El sexo sin amor es vacío -dijo sin perder sus ojos de vista.
Pero su torpeza pudo más que él. Cuando intentó levantarse, se cayó encima de sus piernas. Se rió, de su propia estupidez.
-Lo siento -se disculpó a la vez que se paraba y caminaba hacia la la pared paralela al cuerpo de Olivia para sentarse, altamente inquieto -¿Es en lo único que piensas? Quieres un hombre a tu lado que te obligue a renunciar a todo... eso es ser dependiente. Necesitas de alguien que lo haga por ti. ¿Por qué no intentarlo? Cierto, es más divertido hacer cosas descontroladas que pensar. Lo admito, mi único amigo de la infancia era "Mike", el mago invisible -rió -¿Enserio lo creíste? -hizo una pausa buscando como retomar su discurso-¿Qué hace lo prohibido que no pueda hacer lo cotidiano? En la simpleza está la belleza. Lo bello es estar vivo y tener la posibilidad de disfrutar lo que nos ha regalado el Universo. El sexo, las drogas, el alcohol, ¿eso te hace feliz? ¿Entrar en un estado de éxtasis? ¿O probar lo prohibido? No, miento, es normal para ti. No es más prohibido. No voy a negarte que el placer físico puede alcanzar niveles demasiado altos, y parecer fantástico, lo cual es una mentira -la miró y enseguida sacó su conclusión -Eres un eterna adolescente -rió - con esos principios rebeldes -pareció sumido en sus propios recuerdos -Pero... ¿No es mejor juguetear antes de pasar a la acción? Al menos tener algo de cariño... sino es vacío. Son besos vacíos, abrazos vacíos, caricias vacías. ¿Es que no es más apasionante permanecer sólo escuchando las respiraciones mutuas? ¿Sólo sintiendo el calor que emana el otro?

Rei al principio con su intento de ser el activo en la situación.
-Hey hey hey... no eres vampiro aún para hacer volteretas... - intenté ayudarlo - Además estás mal. Fueron muchos golpes hoy. Discúlpame... - lo miré con una pena sincera en mis ojos.
Luego sus palabras...
Me llegó al fondo de mi inexistente alma su discurso.
Había hecho un perfecto retrato de mi.
Pero aún así no iba a reconocerlo.
-No me hacen efecto las drogas... - rei mirándolo de reojo - No conozco otra vida. Ni quiero otra en el lugar de esta. Estoy bien así. Me gusta asesinar, defender a mujeres tristes que son engañadas y golpeadas... Me gusta divertirme y luchar. Algunas veces soy buena. Tengo amigos humanos con los que me llevo muy bien y hace años que no termino en la cama con ellos. - estiré mis piernas en el suelo - No es todo como piensas. Sí... es así. Pero por mi mente no pasa la tristeza ni el dolor, sólo el rencor que me permite salvar a tantas mujeres asesinando a tantos hombres junto con sus amantes. ¿Es divertido? Sí. Y mucho.... ¿Luego me siento una basura por hacerlo? Pocas veces. - suspiré - Y no necesito de eso que llamas amor. ¿Ves? Estoy bien. - abrí mis brazos como mostrándole mi entereza - Es más divertida y menos dolorosa la vida que llevo. Si me enamoro de un humano, él morirá y me dejará sola al final de los tiempos. Si me enamoro de uno de mi especie, no duraremos demasiado. Generalmente me llevo bien o entablo conversaciones con vampiros de mi mismo estilo... - busqué en mis botas otro cigarrillo y el encendedor - el fuego... - encendí la llama - ¿Ves? Y esos no son el tipo de vampiros que quiere casarse de blanco y adoptar vampiritos por ahí. - rei echando una bocanada de humo al aire al probar por primera vez ese nuevo cigarrillo - Pero no me cuestiones más... háblame de ti. - le lancé el encendedor que golpeo contra su pecho - Disculpa... - hice una mueca de dolor apretando mis dientes y entrecerrando mis ojos - ¿Qué esperas de tu vida? - rei - ¿Esperas algo de mi? - me mordí el labio inferior - Cariño, quiero que sepas que soy vampiro y los vampiros somos infértiles... qué pena, no podré tener niños con tus ojitos azules. - rei echando por la ventana el silencio sepulcral de la casa.

-¿De mí? -preguntó un tanto incrédulo -¿Qué puede tener de interesante mi vida para ti? -sin embargo, continuó -Según la educación que he tenido ya debería casarme, tener hijos, y seguir con mi trabajo. La perfección que mis padres tuvieron y desean en mí -el humo del cigarrillo marcaba formas imaginarias en el aire.
Había una calma imposible. Hablaba tan pausado como podía. No le gustaba demasiado hacer eco de sus pensamientos, de sus ideas, de sus sueños y deseos. Nunca lo compartía con nadie. Era absurdo hacerlo. La vez que había intentado confiar todo había salido mal. Aunque algo le decía que era muy tarde para cerrarse con Olivia. Era demasiado tarde para fingir. Había algo de ella que lo obligaba a sincerarse, cosa que no le agradaba. No le parecía que tuviera sentido alguno... pero si él la había escuchado, entonces por qué ella no.
-He soñado demasiado en la adolescencia hasta agotar mis ideas. Pero ahora creo que fueron completamente estúpidas. La realidad es demasiado distinta a los sueños... tú lo has dicho. ¿A quién crees que pueda conquistar un hombre como yo? ¿A qué clase de mujer le interesaría un hombre tan aburrido, cobarde, débil, absolutamente torpe, que carece de belleza, que prefiere el éxtasis del alma y no del cuerpo? Ya he olvidado todo eso... es un pasado inútil. Soy lo suficientemente adulto para saber qué cosas pueden pasar y qué cosas no. Tal vez esté destinado toda mi vida a esto. A ser un fracasado profesor en la Universidad. Viviré en esta pequeña casa y no viajaré por el mundo como soñé alguna vez. Marge se habrá casado, tendrá niños que tal vez conozca en alguna reunión familiar. Estarán los creídos de siempre, los que intentarán engancharme a una mujer reiteradas veces más allá del que resultado sea negativo, sólo porque creen que ellos si tienen la fórmula. No estoy echo para este mundo. Envejeceré aquí, lejos de todo, en soledad. Algún día mi corazón no podrá más y los latidos cesarán inevitabemente. Ya nada quedará de mí. Ni vestigios de mi existencia. Con suerte una lápida entre las millones en un cementerio de Iowa, Marge se ocupará de ello. ¿Por qué crees que intento que comprendas lo importante qué es el amor? Porque ya nadie cree en esas cosas. Se han olvidado del valor que tiene... Ahora es sólo sexo, diversión, dinero... ¿Qué tiene la vida para un hombre como yo? Nada. Es una existencia vacía. Todo lo que no tiene amor es vacío. El amor lo es todo.
Cerró sus ojos y se recostó en el suelo. En el frío suelo de aquella habitación. Tendría que acostumbrarse, pasaría el resto de su vida viviendo entre esas paredes. Sólo él y el silencio.

Me dolió escucharlo.
-Ouch.
Me levanté sin hacer ruido alguno. De manera que él no se enteró de que me había puesto en movimiento hasta que quedé encima suyo con el peso de mi cuerpo en mis brazos y pies contra el suelo.
-No pienses así... - susurré - No debes pensar en eso... - acaricié mi frente con la suya - Tu eres humano y tu sí puedes buscar el amor. Tienes que demostrarme tal como lo hiciste anteriormente con el espejo, que el amor sí existe. Demuéstramelo. Siempre soñé con tener ahijados... ¿seré la madrina de algún hijo tuyo? - rei cerrando mis ojos pensando la próxima palabra que surgiría de mis labios - Eres tan especial. No eres mi tipo. Eso sí. Y mejor aún. Mejor mejor... porque sino te verías condenado a una estúpida vida que no vale la pena. - esta vez bajé al suelo apoyando mi cabeza en su pecho - Quédate así... me siento bien así... - otra vez dibujé trazos imaginarios con mi dedo sobre su piel - Esa no es tu vida y tu lo sabes. Simplemente porque no es lo que esperas, no es lo que buscas. Y el ser humano por naturaleza siempre busca lo que desea, incluso sin intención alguna de hacerlo. - levanté mi rostro y miré la piel de su cuello - No es tan triste la vida cuando sabes que es corta. Inconscientemente vas a desesperarte en algún momento de tu vida porque verás pasar los minutos y te darás cuenta que éstos no se detienen y comenzarás a vivir. Con una persona que haya descubierto lo mismo que tu en otra latitud del mundo... y estará celosa de mi... - rei y besé su pecho - ¡Viva por el hombre que cree que existe algo más que la banalidad de mi vida!- aplaudí como pude aún así sobre él - Tu... - golpee su estómago con mi dedo índice - Tu tienes suerte. No serás jamás vampiro, serás mortal. Y ser humano y sentir cosas que sólo ustedes tienen el privilegio de sentir es algo único por lo que cambiaría esta vida. Pero como no puedo hacer nada por revertir la situación... y ya sabes que no puedo fingir ser un humano común que busca a su príncipe azul. Además son realidades distintas. Muy distintas. Yo como vampiro estoy bien así... de ser humana pensaría en lo que tu piensas y me drogaría como antes pero estaría en la espera de ese que me rescatara del profundo agujero negro donde habitaba. Incluso seguramente estaría esperando a alguien como tú... - enmarañé sus cabellos con mis dedos y me quedé apoyada en un brazo mirándolo a los ojos esperando que la angustia se fuera de ellos.

Sabía que había una parte de ella que no permitía que la vieja Olivia fuera olvidada por completo. Ahí estaba, mostrándose tan dulce y cariñosa como él esperaba desde... no podía decir desde cuándo, todo había pasado demasiado rápido, se le venían a la mente los primeros segundos en los cuales Ben se escapaba y terminaba en los brazos de la bella vampiro.
-¿Estás bien así? ¿Quieres que me trague ese cuento? -le preguntó seriamente -Y no creo que haya adolescentes como lo eras tú aquí en Port Angeles. No he visto alguna rebelde con causa que se esté matando poco a poco... -acarició su cabello -Probablemente esté en al otra punta del mundo, demasiado lejos. Pero si insistes, tal vez la vida me lleve por otra calle y la encuentre. Aunque si me iría de Port Angeles -la abrazó con fuerza- no nos volveríamos a ver... -murmuró más para sí, que para ella -Olivia, Olivia... ¿Especial? ¿Enserio lo crees? -rió -Permitiría que te dijeras eso a ti misma... Estamos en igual de condiciones. Damos consejos que deberíamos usarlos con nosotros mismos...
Se perdió unos instantes en el frí suelo de la habitación. No era una tarde muy cálida en ese verano. Se incorporó llevando a Olivia con él y forzándola a sentarse a su lado.
Tomó la cara de su acompañante entre sus manos y unió sus narices como si tratara de develear algo más. El misterio del por qué de su atracción hacia ella. Era demasiado perfecta físicamente hablando.
-El amor es para todos. Tal vez ese humano sería feliz contigo... y tú lo dejarías para no terminar con una existencia llena de lágrimas. Eso es egoísta y no eres una persona con esas características. No te niegues... Sólo permítele a los otros soñar contigo -estaba jugando con fuego, por que no podría resistir la tentación -Basta de palabras, basta de sonidos... -llegóa decir antes de besarla, antes de fundir la tibieza de sus labios en los de ella, antes de sentir que todo a su alrededor se desvanecía lentamente. Sólo eran esas personas, en ese lugar, en ese instante.
Pero fue mucho más de lo que él mismo creyó que fuera capaz. Había estado acertado cuanto minutos antes había dicho que no tenía más control sobre sus hormonas. Y era el placer que se debía por haber estado tanto tiempo soportando el deseo de atraparla con sus brazos y no dejarla ir. Tratando de convencerla con sus principios... si ella si hubiera negado y se hubiera ido nada hubiera pasado. No estaría arrasando con todo lo que había tratado de inculcarle.
Deslizó su mano derecha bordeando el perfil de la esbelta vampiro hasta alcanzar la cintura e infiltró una de sus manos por debajo de la remera de Olivia. Su piel era demasiado fría, sus labios sentían que consumían un hielo que se convertiría pronto en agua. La empujó para tener absoluto control sobre ella. Aunque sólo un control momentáneo, mientras su mano corría presurosa hacia las botas de Olivia.
Había perdido la cordura. Ya no era el pobre y estúpido profesor. Era Vince, el de su adolescencia, en estado puro. Sólo que ella no era la inexperta Mary que no le permitió movimiento alguno. Ni siquiera había sido tan cordial con Olivia para preguntarle si podía tener acceso a semejante situación. ¿Pero para qué? ¿Para arriesgarse a que le dijera que no? No iba a perder el tiempo. Las oportunidades no se desaprovechan.

Rei internamente.
Había mordido el anzuelo incluso cuando ya no esperaba más que lo hiciera.
Si la persona que se encontraba encima mío era Liam o Neil, o si no hubiera tomado el control de esa manera, lo habría rechazado.
Pero no era ni Liam ni Neil, y tomó la iniciativa de una forma que pensé que tenía más experiencia de lo que alguna vez creí, por lo tanto, no había por qué sentir culpa... al menos no todavía, no le había quebrado ningún hueso.
Yo misma me saqué las botas con mis talones y pasé a desabrochar su camisa sin perder contacto con sus labios. Luego mis manos volvieron con magnetismo a sus cabellos, continuando por su cuello, clavándole no muy fuerte mis uñas, que arañaron su hombro en cuestión de segundos para tomarlo con más control y lanzarlo al suelo bruscamente- lo cual le habrá dado un gran golpe a su espalda -quedando sentada encima suyo.
Mis labios tomaron contacto al instante con su pecho que se estremecía con mi agitada respiración y los cosquilleos que le producían mis cabellos.
-La pasarás bien... - sonrei.
El vínculo- innecesario en ese momento -estaba creado, así que verdaderamente el niño tendría que pasarlo bien.
Me dejé caer entonces dejándolo encima mío dándole la oportunidad de tomar de nuevo el control de la situación pero al ver sus ojos llenos de lujuria me arrepentí pensando que estaba loca por intentar ser por primera vez la sumisa mujer controlada por un hombre.
-No, señor... - pensé ladeando la cabeza, sonriente.
De nuevo estaba sobre él. No podía pensar más en mis actos, ni tampoco en los suyos. La situación había llegado demasiado lejos, no se podía volver atrás. Él sería mío y yo... bueno yo haría que era suya al menos por ese momento. Mis sentidos eran nulos en ese entonces, no podía pensar en nada más. Estaba exactamente en el mismo estado que si me encontraba con una fuente frente a mi rebalsada de sangre humana de mis veces infieles.
O sea que no me detuve a pensar en qué lugar de la casa nos encontrábamos al repentinamente volver a dar vuelta para tener al humano sobre mi, lo cual hizo que cayera por el entrepiso que no tenía resguardo aún, para terminar sobre otra mesa que se suponía que estaba destinada para otra habitación además de la otra que ya era sólo añicos. Esta, tuvo el mismo fin. Caí directamente a una velocidad imposible sobre el vidrio con el niño encima mío, para su suerte, pues esa caída sería mortal para él.
Sentí miles de escamas cortantes contra mi piel, mi espalda haciendo eco entre las paredes por el golpe y mi cabeza rebotando contra el suelo. Y nada de dolor. Sólo cerré los ojos maldiciendo el hecho. El vínculo era pasado y el chico estaría desmayado encima mío.
El chico.
Abrí los ojos recordando la existencia de éste y busqué algún signo vital.
Pero primero me encontré con la mirada de un joven de unos quince años con una regadera en su mano, la cual echaba agua sin que el espectador se diese cuenta por prestarle atención al hecho con su boca entreabierta y los ojos gigantes como pelotas de baseball.
Mientras tanto sentí los latidos regulares- quizás un poco desaforados -de mi acompañante golpear sobre mi pecho junto con su entrecortada respiración.
Pero mis ojos no pudieron despegarse de nuestro público.
Dos largos minutos continuamos en contacto visual hasta que entré en razón y parpadee sacudiendo como pude mi cabeza, mientras mi cuerpo estaba ileso sobre los vidrios después de una caída mortal con mis manos tomando los brazos del sobreviviente a un infarto que se encontraba sobre mi pecho.
-Bueno ya, ¿te crees que somos personajes de circo o qué? - me levanté llevando despacio con mi movimiento al niño sobre una parte sin elementos filosos - Vamos... - me puse de pie y comencé a aplaudir - ¡Que se secan las plantas!
El vecino seguía atónito detrás de la ventana que horas antes había destruído.
-Vamos jardinerito, estás gastando agua en nuestro jardín. - salté por la ventana y lo tomé del brazo - Vete... ¡AHORA!
-Pe... pe... pero... tu sigues.. sigues viva. - titubeó - ¿El joven se encuentra bien?
-Sí, él está genial. - dije sin echarle un vistazo a quien se encontraba dentro de la casa - Es hora de que te marches.
-Oye... ¿Estás bien? - preguntó sin quitarle la mirada de encima soltándose de mi brazo.

Entre manos que bailaban sin seguir ningún esquema, entre besos apasionados y mil veces deseados, entre brazos que deseaban atrapar, él no se fijó hacia dónde se dirigían. Ni siquiera estaba pensando, sólo estaba siendo manejado por sus impulsos. Algo tan primitivo… ¿Es que acaso alguien necesitaba tomar un curso para saber qué hacer? No, el cuerpo fluía solo.
Fue un segundo, pero tenía vértigo. Sintió que se le paralizó el corazón cuando caían sin protección alguna. Su corazón latía desbocado, no quería abrir los ojos. Sabía que se había roto algo, y estaba apoyado sobre Olivia. Pero necesita calmarse, estaba agitado. Ella lo movió hasta dejarlo reposar en el sillón, de fondo oía una discusión. Sólo voces. Le dolía muchísimo todo el cuerpo, y le estaba costando respirar. Sólo podía pensar en el dolor, no podía intentar hacer otra cosa.
Pero cuando, forzándose a sí mismo, recordó la situación, se encontró con una Olivia bañada en un charco de sangre, con varios huesos quebrados incluso por su propio peso. ¿Y si lo había movido un médico? ¿Si las voces eran de policías que buscaban la causa de la muerte de la dulce e inocente Olivia…?
Abrió los ojos y se incorporó tan rápido que debió gritar del dolor que le había provocado. La buscó con la mirada, soportando el mareo que aún sentía.
-¿Estás bien Olivia? –preguntó exasperado.
No fue bueno que se hubiera incorporado, enseguida se llevó las manos al estómago. Ignorando los gritos de su cuerpo, caminó hasta ella.
-¿Te has hecho daño? -no creía lo que sus ojos veían. Nunca hubiera recordado esa versión de vampiros que le había tratado de enseñar ella, fingía que le creía. Pero en ese momento no podía ocuparse de ello, había un muchacho observándolo, al parecer, un poco preocupado.
-¿Quién eres? -preguntó molesto al tiempo que giraba y observaba la mesa hecha añicos. Otro mueble más.
Todo era demasiado raro. Claro, ella estaba intacta. Y la mesa rota en mil pedacitos. ¿Cómo era posible? No podía concentrarse con el niño. Necesitaba hablar con ella, necesitaba aclararle un par de puntos... y necesitaba tomarse algo para el dolor en su cuerpo. Y necesitaba calmarse, porque estaba agitado. No podía pasar de no pensar en nada y dejarse llevar a encontrarse en peligro, y tener la urgente necesidad de hablar con ella. ¿Cuál era el punto? Aquél acto había sido una total vergüenza, era lo que no debía hacer. Era lo que debía evitar. Le había dicho que todo era vacío. ¿Pero había sido así? ¿Acaso había sentido que era una total pérdida de tiempo? No en el segundo exacto que tuvo contacto con sus labios, pero sí ahora. Era un maldito mentiroso. ¿Qué enseñaría a sus alumnos si el mismo transgredía sus normas?
Pero todo llegaba a una pregunta que no quería responder. ¿Quieres a Olivia? En absoluto que le generaba cariño y una atracción que lo llevaba a cometer perfectas estupideces. Ya llevaba puesta la corona del Rey de los idiotas. Ahora sería un hombre más en al vida de Olivia, sólo alguien más. Ya no sería Vince... era un maldito humano que estaba deseándola tanto como los otros. Otra mosca en la telaraña.
Le había jurado que era diferente. Le había mentido. Merecía la muerte, la más dolorosa y absurda de las muertes. ¿Es que había diferencia entre vivir condenado por ser un cruel mentiroso que pisaba sus principios como si solamente fueran una torta o morir? Sí, morir le ahorraría los insultos de su conciencia.

No podía creer lo que estaba sucediendo.
Lo que había sido mi víctima era ahora mi protegido que no había muerto gracias a mi que recibí la mayor parte del golpe.
Se veía mal, muy mal.
Claro. Un simple humano. Un frágil humano sin siete vidas de gato ni inmortalidad de vampiro.
Se lo notaba confundido y luego algo fastidiado por ese irritante vecino, o quizás su vistazo a la mesa que nos había atajado fue lo que lo pudo haber sacado de quicio.
Sea lo que sea, me estaba poniendo furiosa a causa del estúpido joven que hacía preguntas. Si seguía con esa actitud le rompería el cuello.
-¿Quieres irte de aquí? Por favor, no te soporto más. ¿De acuerdo? Vete.
Pero el jardinero permaneció inmóvil hasta que pasó por la ventana para acercarse al dueño de casa - ¡Hey! ¡No! No no. No lo toques. Mmm... - me di cuenta que no sabía aún su nombre -él está bien. Yo me encargaré de... - lo miré a los ojos y dije en voz baja para que el otro no se diera cuenta - ¿Cómo te llamas? - abrí mis ojos y escuché las palabras del vecino.
-No, él... él está mal. Mira la casa. Tu... - se giró hacia mi - Tu sigues viva, ilesa. Eso es imposible.
-¡No! - dije - No es imposible, lo imposible es que tu sigas vivo después de haberme enfurecido. ¡Vete!
-Pero tu lo tiraste... tu caíste... estás viva y él... Dios santo, ¿qué te ha hecho? - su última pregunta fue destinada a mi acompañante.
Hablando de mi acompañante, él seguía atónito, parpadeaba como si estuviera tragándose de a poco sus pensamientos. Genial. No sólo tenía que matar a un testigo sino también tenía que encargarme del otro que estaba moribundo.
Y nuestro espectador continuaba y continuaba hablando. No paraba de preguntar qué sucedía, qué le había hecho, cómo estaba.
Me harté.
Tomé la regadera y la lancé contra la pared creando una lluvia artificial en la casa. Lo sujeté de la remera y lo acorralé contra la pared más cercana.
-Escucha, me tienes harta. No fue una buena idea enfurecerme. O te vas de aquí o juro que viviré en tu armario para siempre y te molestaré todas las noches. - sus ojos sólo comunicaban miedo, de vez en cuando miraba al otro como buscando ayuda - O peor aún, me comeré a tus padres. ¿Quieres eso?
Apenas dije eso el muy idiota intentó empujarme sin éxito pues no me movió ni un cabello, sólo logró oscurecer mi mirada.
-Niño... ayúdame o lo mataré. - pedí ayuda, en realidad pedí ayuda por mi futura víctima.
Hacía horas que estaba luchando contra un muchacho testarudo que hablaba desde la razón. ¿Por qué no razonaba ahora y salía a controlarme? No deseaba matar al pequeño pero ya no sabía como arreglar la situación ni cómo tranquilizarme, simplemente me había enfurecido.

-Vince -respondió sin pensar cuando ella le hizo la pregunta. Aunque no estaba seguro de si ella lo había escuchado, debido al bajo tono de voz que utilizó, y el interés de Olivia en deshacerse del pequeño.
Aún así estaba anonadado como para reaccionar con los gritos histéricos de ella y las acciones del niño. Necesitaba paz, hablar con ella, asegurarle tantas cosas absurdas. Por más que no quisiera, debía dejarla ir.
Pero sus pensamientos se vieron interrumpidos por Olivia que se había puesto algo violenta con el pobre joven de la regadera.
-Déjalo -dijo casi sin energías, se sentía como enredado en sus propias sogas. Caminó a paso de tortuga hasta encontrarse detrás de ella, colocó una mano en su hombro y la dio vuelta -Tenemos que hablar.
Ya había dicho eso, y no había sido bueno. Pero no necesitaba pensar en más conflictos cuando ya tenía bastantes.
-Necesito decirte muchas cosas -miró de reojo al niño -Déjalo ir. Tendrá tanto miedo que no se lo contará ni a su madre...
Hablaba con la voz tranquila, pausada, baja. No quería más gritos, necesitaba silencio. Estaba mucho más calmado que antes, caminaba como si estuviera dormido, algo torpe y lento. Su imagen recordaba a aquél compañero de cátedra que había llegado drogado a la clase. Absolutamente esa definición cuajaba con él. Drogado, por sus propios pensamientos. No estaba a salvo, no sabía lo que le esperaba, y ya nada de eso le preocupaba.
Se disculparía con ella, y bueno, que le matara de alguna u otra forma. Lo había visto, ella sería buena con eso.

No fue exactamente lo que deseaba que Vince hiciera.
Esperaba que me tomara de los hombros y me lanzara hacia el suelo. Yo me dejaría caer si él hacía eso. Pero su forma de ser se demostró una vez más. Pacífico arregló las cosas como sólo podría hacerlo alguien como él.
Lo miré de reojo pidiéndole a gritos con mi mirada que me golpeara o algo pero fue inútil. Me acerqué hacia el jardinero con mis ojos enardecidos.
-Escucha, si quieres permanecer con vida vete de aquí y olvida todo lo que ha sucedido. - lo presionaba tanto contra la pared que tranquilamente podría haber quedado impresa su silueta en el cemento.
Una de las cosas que más me sorprendió de mi manera de actuar era el pedirle que callara lo que había visto,
¿Acaso no era lo que buscaba? Mostrar mi capacidad de asesinar.
Pero ahora no lo quería, porque Vince estaba allí. Eso le causaría problemas.
Quería que los Vulturi me asesinaran, pero no buscaba que lo asesinaran a él.
Gracias a Dios el vecino comenzó a asentir con su rostro rápidamente, casi como temblando.
-Bien. Bien. Bien. - suspiraba las palabras contra su rostro creando un vínculo de miedo, dolor y seguridad al saber que no diría nada -¿Dirás algo? - miró de nuevo a Vince y yo lo empujé contra la pared nuevamente - ¿¡Diras algo!?
-N... no... no... déjame ir... déjame ir.
Aún tomándolo de su remera lo llevé volando hacia la puerta y lo empujé de manera que trastabilló con sus pies sin caer.
-No quiero verte más.
Cerré la puerta sin dejar pasar un segundo. Al entrar me encontré con la regadera a mis pies, la cual lancé por la ventana sana que quedaba de la sala golpeando en la espalda al atónito joven que seguía intentando ver qué sucedía. Luego de eso, salió corriendo sin llevarse la regadera.
-El joven no saldrá por una semana de su casa. Idiota... - de una patada di vuelta una caja de la mudanza, de donde salió un no muy grato sonido de cosas frágiles, o mejor dicho... de trozos de cosas frágiles.
-Vince, ¿no? - lo señalé - ¿Estás bien? - lo tomé por los hombros -Disculpa, fui muy estúpida al no prevenir la caída. ¿Estás herido? - puse los ojos en blanco - Perdón. ¿Estas más herido? - me di cuenta al instante que no lograría nada con un joven en estado de shock así que tomé mi móvil dispuesta a llamar a una ambulancia - ¿Sabes? No tuve oportunidad de estudiar enfermería. La chica que te toque para sanarte no será más sexy que yo... incluso su falda llegará debajo de sus rodillas, pero en el estado en el que te encuentras creerás que estás en el cielo rodeado de ángeles. - comenté mientras esperaba que alguien atendiera del otro lado del teléfono.

-No necesito nada sexy en este momento, debemos hablar Olivia, debemos... -pero no pudo continuar su frase por que la chica ya se encontraba hablando con alguien de la clínica de Port Angeles.
No le importaba, sólo quería tener un segundo para hablar con ella. Necesitaba que eliminara rápido esa imagen suya que ahora tendría en su cabeza. Si es que se acordaba, ya era otro más. Sí, en la larga lista de compañeros de noche de Olivia. Qué error tan inoportuno... ya entendía por qué se debía tener experiencia antes de caer en las manos de una mujer como ella. Una que busca sólo diversión.
-Mira, las cosas que pasaron... tú deberías... -pero la ambulancia fue más rápida y ella enseguida se distrajo de Vince.
La enfermera lo revisó cuidadosamente y enseguida se sorprendió.
-¿No te duele muchacho? Te fracturaste la muñeca.
Hasta ese entonces no se había preocupado por nada más que por su imagen ante Olivia, y cómo se encontraba ella. Entretanto, se encontraba hablando con otra enfermera explicándole los hechos.
-Debemos llevarlo -acotó la mujer que revisaba a Vince -fractura de muñeca derecha, hematomas por todo el cuerpo, sobre todo en la espalda, está muy herido -juntó todas sus cosas -Ven, te llevaremos a la clínica.
A Vince no le gustó nada la idea, estaba medio fuera de sí. Es decir, no podía concentrarse en otra cosa y encima, ahora que parecía que le habían recordado el dolor, su cuerpo ardía en llamas.